Carola, un asunto pendiente (fragmento)Jorge de Pallejá
Carola, un asunto pendiente (fragmento)

"El indio cuiva remó, sin descansar, durante más de dos horas y cuando oyó el ruido del raudal, redujo el ritmo, dejando que la canoa se deslizara a su aire por el centro de la corriente que había aumentado visiblemente su velocidad.
Aquel raudal estaba considerado como lugar sagrado por muchas de las tribus que vivían río abajo, en la cuenca del Vichada y que no pertenecían a la etnia de los cuivas. Era una frontera natural que jamás se atrevían a traspasar. Del raudal, el caño arriba, era tierra ignota para la mayoría de los habitantes de la región. Era territorio cuiva, y decir esto en aquella parte la Región de Los Llanos de Colombia, significaba lo mismo que decir territorio prohibido. Los cuivas eran célebres por su fiereza y por no querer tener ningún contacto con la civilización y si bien estaban en decadencia, pues la mortalidad infantil, superaba el equilibrio de la descendencia, sin duda habían logrado tener un extenso territorio bajo su dominio en el cual podían cazar libremente y sin competencia.
Donde el caño ya no era navegable el cuiva abandonó la canoa escondiéndola en la selva. El agua, en sucesivas cascadas, se deslizaba a tal velocidad que jamás nadie había intentado navegar por aquella parte del caño pues, a ciencia cierta, se sabía que las frágiles embarcaciones habrían zozobrado. Teniendo en cuenta que en aquella zona abundaban los peces pirañas, carnívoros voraces, aquel raudal marcaba de por sí una franja divisoria entre el territorio ocupado por los cuivas y las demás regiones habitadas que se encontraban aguas abajo.
El cuiva se internó en la selva y caminó durante una hora entre la espesa vegetación siguiendo un sendero paralelo al caño, hasta que llegó a un punto cercano a la orilla, en donde tenía escondida bajo la tupida maleza otra canoa similar a la que había abandonado aguas arriba.
Cargándose la canoa sobre sus hombros, la llevó hasta el cauce, se montó sobre ella, y con la mirada atenta, pegándose a la orilla, para pasar desapercibido, navegó una hora más hasta que llegó al río Vichada. El indio llevaba su arco y las flechas envenenadas, dispuesto a dispararlas sobre cualquiera que pudiera importunarle. Estaba en territorio enemigo.
Cuando llegó al Vichada, el principal afluente del Orinoco en Colombia, sacó la canoa del agua y la escondió en la ribera quedándose acurrucado en ella, dispuesto a esperar a que llegara la noche para remontar el gran río. De noche podía remar seguro. Las sombras le protegerían. "



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