Romance de la negra rubia (fragmento)Gabriela Cabezón Cámara
Romance de la negra rubia (fragmento)

"Dije postales y eran tan postales que ni siquiera había conflicto neurótico en la pareja protagonista: fuimos y vinimos del Arsenale a todas partes, en góndola, caminando, en bicicleta, en helicóptero, en barco, en kayak y vaporetto, todo fluía, navegábamos en un torrente caliente primordial, nadábamos como fetos de hermanos cogedores en el útero del paraíso: bronceadas firmes poderosas las mejores manzanas se nos arrojaban a las manos en kits que incluían éxtasis, pasta y pesce spada affumicato. Entre vuelta y vuelta y tijeretas de tortilla de platino, yo iba al Arsenale y ocupaba mi lugar de obra de arte en el Pabellón Argentino. Ahí fue donde charlamos la conclusión de la obra, fue magia, fue armonía, fue una epifanía de afinidad planear ese final: estábamos tan de acuerdo como en la cama y fue ahí también donde se abrió la grieta que habría de unirnos para siempre y que para siempre nos unió nomás. Acá estamos ella y yo frente al espejo de su boudoir, el que dejó para mí como dejó este piso de mil metros que ahora compartimos con Tadzio y Hans, donde yo escribo, tomo vino y trato de no fumar y ellos no sé muy bien qué hacen con su vida, esto es grande y nos vemos poco.
La grieta fue la inevitable la fatal la feroz devoradora: la parca que mata amor galana billetera y hunde góndola, abate helicóptero, voltea kayak, envenena manzana, deja al pesce spada para los gusanos y pone perlas en esos que fueron sus ojos. Mi Elena, la dorada la firme la poderosa, la diosa recia de uñas cortas, mi yegua mi belleza, mi agua mi carne mi ternera, mi Elena mi amor mi vida mi aliento, mi mujer mi marido mi toro mi doncella, mi hermana mi amante estaba enferma. “Cáncer”, me dijo. “Y no se cura”. Y yo que en asado había mutado muté en mujer de Lot en escultura de sal, volví la cabeza vi la muerte la guadaña, enmudecí, me hice piedra, me desmoroné y mientras caía hice mierda medio pabellón argentino: ahí sí me desplomé, caí en picada, me rompí.
Elena miró, quieta, callada hasta que terminé de caer y me dijo que me deje de joder con exuberancias de latina pelotuda, que la vida es así, que nos va a pasar a todos, que se iba a morir pero que todavía faltaba, que teníamos mucho que coger, una obra por terminar y un amor entero para hacer para adelante y me puso en la boca una pastilla y me llevó al spa del siete estrellas. Ahí le hice el amor como si a fuerza de gozarla pudiera detener esa entropía, la partí en dos con la fiera intención de pronunciar un fiat ordenador de caos celulares, la hice acabar como una fuente con furia de exorcista, “me vas a matar antes de tiempo vos”, no la maté no la salvé pero entendí que no tenía que llorar delante de ella y se abrió la primera fisura de la grieta que nos juntó como siamesas la que me hizo a mí ser yo y mirarla a ella cada vez que me cruzo en un espejo y cada tarde cuando escribo como si hablara con Elena en su boudoir: escribo viéndonos. Escribo con ella para ella y así acabamos las dos con esta obra. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com