Retorno, de Muriendo dos a dosPedro Lezcano
Retorno, de Muriendo dos a dos

"En un principio el hombre era raíz sin prisa
y a la humedad oscura de un universo a tientas
un presagio de flores o de dioses llegaba.
Gusanos mensajeros de luz le traducían
el mito de las aves y el vuelo de los ángeles...
Qué nostalgia de valle
de horizontes iguales dulcemente aprendidos,
con el sol y la sombra desposados en una
anticipada tarde silenciosa y amiga.
Los hombres y las cosas se habían dicho todo.
Bastaba una vez sola para vivir la vida.
Los ojos se cerraban de mirar fatigados
y la carne se hacía paisaje mansamente,
como flor que dormida despertara simiente.
Bastaba una vez sola. Pero el hombre sencillo
remontó la colina y oteó el océano.
Y preguntas en ráfaga le azotaron el rostro.
Vedlo temblar de espanto al auspicio del sueño,
pisar con reciedumbre la arena de los mares
buscando un indeleble testigo de su paso.
Vedlo gritar al eco su nombre por oírse
llamar de las montañas, acaso un poco eternas.
(Nombres, nombres que fueron de los egregios hombres,
ya ni aun de la boca que los dice son nombres).
Vedlo escalar el cielo por columnas de viento,
como las hojas secas en vendaval de pánico.
Y al final desplomarse, dilatados los ojos
famélicos de soles y de siglos perdidos...
Yo rezo con la lluvia por el retorno al valle,
cuyo perfil tenía rostro de compañero.
A la senda sabida y a conocidos trinos
donde el ¿por qué? del niño no aterraba a los hombres.
Al orbe reducido de las cosas tocadas,
la flor, el monte, el río... y la flor otra vez.
Con un amor tranquilo sin interrogaciones,
que transformara en beso la muerte dos a dos.
Y un pino, un arrogante pino, que me legara
mi sombra, mi cayado, mi mesa y mi ataúd. "



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