Las tres caras de un sello (fragmento)Elisa Serrana
Las tres caras de un sello (fragmento)

"Debería olvidar, obligando a Alberto a imitarla, pero Luz no quiere olvidar nada. “Después de la operación volverá a la vida como un recién nacido.” Era excitante y placentera la nueva tarea. Respiró y la llenó de contento el sentirse tan triste.
Bajó las escaleras. Todavía era tiempo de que llegara el niño y partir juntos a la clínica. Alargó cada tramo. Habló más de lo indispensable con Leticia. De pie junto al automóvil, esperó todavía: sobre ella, la bóveda del cielo se dibujaba entre copas de árboles.
Dio a su hijo unos minutos de gracia. Tenía que partir. Alberto la esperaba. Cerca de la esquina vio luces que estrellaban la calle; ordenó al chófer detenerse.
Los focos avanzaron, cruzaron, perdiéndose al torcer.
Dejó caer el cuchillo sobre el cuello del niño.
-Al hospital rápidamente- dijo.
Quedaron atrás calles, brillos y silencios. El hospital se detuvo. Apareció un uniforme trasnochado en la ventanilla. Luz sonrió para hacerse perdonar la hora y el rastro de lágrimas. Subió a la pieza de su marido. Faltaban el piso y el aliento en esos corredores.
Al fondo, la mama yacía con la enfermera de noche.
Voces bajas..., luces tenues..., quejas de dolor, respiraciones mal dormidas. La puerta de la celda entreabierta... La mano de Alberto se destacó pálida y sola sobre las sábanas. Era cuanto tenía, una mano y un alma desnudada... Todo era blanco y sus ojos se adaptaron a la penumbra: la mano estaba sola, como si esperara calor.
Luz se adelantó. En el hombro de Alberto, tras espaldas violentamente inclinadas, reconoció la cabeza de su hijo. "



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