Niños en el río (fragmento) "Allí, Bajo los puentes, Donde pasa el río urbano Arrastrando en su bruma el ensueño de la gente; Allí, Allí quedaron, Los rostros esculpidos por glacial fruición de muerte. Fue arrebol de su dominio El fluvial convoy silvestre Donde brilla como témpano el vacío, En fanal en que ellos vieron florecer la llama esbelta Y el carnal derretimiento de sus pétalos ardidos. Allí, Junto a las duras piedras humanizadas, En lo hondo de la espuma, Entre redes de fulgor; Allí, Allí quedaron, Los rostros enjoyados por la ráfaga invernal. Cuando iban ya sus bocas a decir lo que se ama, En cariátides de hielo se quedaron, Sus sueños congelados en los labios. ¡Oh, palabras que no hienden su vestido corporal! Cuando iban ya sus ojos a mirar ojos más tiernos Se quedaron convertidos En emblemas de rigor. ¡Oh, palabras que no sienten su amargura forestal! Cuando iban ya sus manos a tocar la gloria extrema, El estambre de la flor correspondida, Una gélida escultora congeló sus rostros finos. ¡Oh, palabras que no quiebran su cristal! Puede ahora, por la ruta de la hierba Lucir el árbol, honda, su esmeralda Y echar sus aves a volar; Pero el día está escondido de vergüenza Y, en la ausente claridad, Las lágrimas vacilan como pájaros de exilio. La nota puede acaso retornar a la garganta Y en un temblor de idilio diluir su coro antiguo; Pero el día tiene el rostro entre las manos Y en la espesa claridad que se filtra de sus dedos Las nubes ya no quieren caminar. Oh, enojo del Destino -Manto grave Que ha cubierto las pupilas con su trémulo llanto; Nadie sabe ya decir dónde se encuentran, En qué parque de alegría epitelial Sus sombras comen; En que lírica tahona Sus sombras se hartan; En qué lecho de cabina maternal Sus sombras duermen. Nadie sabe ya decir la palabra del idioma Natural que corresponde, La palabra de piedad Que surge pálida en la noche, Como el blanco de los dientes, Como el blanco de los ojos, Como el blanco de las almas. Nadie sabe ya llorar En la antigua soledad resonante como un órgano, Llorar a solas de piedad Por aquellos que no fueron sino flores desdeñadas Sin pasión de jardinero que su aroma cultivara. ¡Nadie, nadie, nadie! El mundo ya no tiene lágrimas que dar; Se quedaron apozadas En el fondo de los cuerpos Y en el lago cerebral que allí disponen Los árboles no sacian su ansiedad. Nadie ha mirado estos puentes, La avenida sombría que cubren Y los álgidos jardines que atan. Nadie. Solamente la noche Que también suele ofrecer El bouquet de sus miradas a los pobres. Y en sus manos de escultora perennal Plasmó sus cuerpos. ¡Ay de aquel que es observado por la noche! La noche no sabe discernir. Sea amante dichoso o niño desolado, Pone su fresca atonía en los ojos, Contrae sus lenguas sepulcrales En torno a la raíz de las palabras Y deja caer un astro que, cual veneno, se disuelve. Solamente la noche Los miró con amor, Con ese amor que brota De las cosas que se hallan más allá de las cosas mismas. Solamente la noche los amó Y pensó que siendo ella una artista inmemorial Bien podría esculpirlos con su aliento. Y ahora están allí, Henchidos por la brisa que recorre sus sentidos, Llevando estériles mensajes. Allí, Allí. Yo os pido por eso Que no vengáis con lágrimas tardías A llorar su silencio Y a intentar que de nuevo La luna en sus ojos resplandezca Y el perfume en sus sentidos Y el ensueño entre sus labios. ¡No vengáis con vuestras ánforas oh madres! A ungir de aceite inútil su madura rigidez. Están unidos por la brisa que lleno de hojas sus almas Y de otoño virginal los fríos cuerpos. Están unidos y vuestras lágrimas podrían separarlos. Bajo los puentes Donde el río parte en dos el egoísmo, Donde lucen las parejas su privada primavera, Y el policía hace el amor a la más dulce De las doncellas de servicio; Junto al parque, Que en invierno llora sólo por toda la ciudad... Allí, Bajo los puentes, Allí quedaron Con un nudo interrogante entre los labios. " epdlp.com |