Orquídeas negras (fragmento)Juan Bolea
Orquídeas negras (fragmento)

"Le decía cosas bonitas, pero como se las diría a una mascota, a un animalito de compañía. Simplemente el tono con que se dirigía a ella ya resultaba insultante.
La pobre parecía anulada, colgada… Jamás me había tropezado con una pareja tan estrambótica. Los dejé en el aeropuerto de Lanzarote. Un Rolls que habían hecho transportar en barco les estaba esperando. Antes de subir a aquel automóvil de superlujo, Cosmo se volvió, me enfocó con su cámara y nos grabó a mi helicóptero y a mí. Tuve una sensación invasiva. Ese hombre te intimidaba con los gestos, con la voz… Era todo arrogancia, un pedazo de cabrón como he visto pocos.
Dax volvió a señalar a tierra y Sendín asintió. Abajo, cerca de la costa, se distinguía el aeropuerto, con el pequeño edificio de la terminal y una pista que desde el
aire aparentaba ser demasiado corta. El fuerte viento desestabilizaba la aeronave. —La cosa se está poniendo fea —advirtió el piloto—.
Vamos a aterrizar.
Justo cuando la libélula de acero apuntaba a la torre de control, un relámpago desgarró el cielo y se puso a llover torrencialmente. Dax tuvo la vertiginosa sensación de que un dinamismo más poderoso que la gravedad se disponía a succionarles hacia el centro de la tierra, pero Sendín apeló a su pericia y el aterrizaje fue rutinario.
Cuando las hélices dejaron de girar, Dax estrechó la mano del piloto, abrió la portezuela y echó a correr bajo el aguacero. Llevaba su mochila a la espalda, en una mano la bolsa con el equipo de buceo y en la otra el maletín con su ordenador portátil.
Antes de refugiarse en la terminal permaneció unos segundos bajo la lluvia, contemplando el mar. Las olas restallaban contra el espigón con tal fuerza que el solo pensamiento de quedar a su merced infundía pavor.
Había llegado a su destino. "



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