La puñetera vida de un poeta (fragmento) "Es el signo de su vida, cada pequeño éxito humano se salda con una derrota personal. Desde pequeño, desde que obtiene las mejores notas en los dos colegios religiosos de su pueblo y en vez de dar un salto, ha de pastorear durante años. Es quizá el único pastor de España que consigue el sublime sarcasmo de emular a Boscán y Garcilaso; lee a Virgilio y Horacio mientras contempla cómo sus cabras triscan entre las ramas. El sueño clásico convertido en realidad; el primer pastor poeta auténtico quizá de la humanidad. Y así llega a Madrid en 1931, porque ya se ha instaurado la República y está dispuesto a cualquier cosa que le saque de Orihuela, donde tiene muy buenos amigos, encantadoras cabras, pero un futuro sin horizontes. Pasa seis meses y ha de renunciar. Aún no hay sitio para él. Pero lo suyo es la tozudez y vuelve a la capital en 1934, porque ha publicado un libro -"Perito en lunas”- y porque los católicos avanzados de la revista “Cruz y Raya” le están sacando por entregas un “auto sacramental”. Viene para no volver más con la gloria y sentado en ella, casarse con Josefina y escribir y estudiar que es lo único que le interesa. Hay una carta estremecedora que le envía a Juan Ramón Jiménez en 1931: “Odio la pobreza en que he nacido. Por muchas cosas. Particularmente por ser causa del estado inculto en que me hallo”. Lleva alpargatas y no sandalias áticas, no huele a jara ni a tomillo sino a sudor, y no tiene el rostro de un efebo sino cara de tubérculo, como definió felizmente quien habría de ser su mentor, Pablo Neruda. Aunque hoy nadie quiera decirlo, cada vez que se presenta en las reuniones de aquel insigne grupo de poetas que alguien denominó generación del 27, hay dos que huyen despavoridos: Luis Cernuda no puede soportar ni su aspecto ni sus maneras, García Lorca, más simpático siempre, hace lo que puede para que no se interprete como un desaire. Es quizá el único pastor de España que consigue el sublime sarcasmo de emular a Boscán y Garcilaso La influencia de Pablo Neruda le distanciará definitivamente de sus creencias religiosas y de lo que representaba su amigo, el tan bueno como conservador, Ramón Sijé. Todos los que lean esos desmesurados y rotundos versos de su “Elegía a la muerte de Ramón Sijé” nunca entenderán nada mientras no sepan que el drama de Miguel ante el fallecimiento de su íntimo de antaño está en su conciencia del olvido y el desprecio. " epdlp.com |