La vida lograda (fragmento) "A lo que hoy denominamos «virtudes», lo llamaban los griegos «excelencias» y los latinos «fuerzas». Es un caso claro de deterioro o empobrecimiento del significado de un término. Porque hoy la palabra virtud sugiere más bien, en el lenguaje cotidiano, apocamiento e incluso represión: solteronas ancianas vestidas de negro y con cara de querer aguar todas las fiestas. Cuando hablamos de una persona virtuosa, pensamos en alguien lleno de complejos y escrúpulos. Mientras que en su acepción originaria se trataba de seres humanos llenos de empuje, energía y capacidad de arrastre. El filósofo escocés Alasdair MacIntyre ha mostrado que la dificultad de recuperar el significado originario del término virtud proviene de la pérdida del sentido teleológico o finalista de la realidad y, en consecuencia, del oscurecimiento de la noción de naturaleza humana, de la difuminación de nuestro característico modo de ser como personas. Porque la virtud es la realización de esas potencialidades características de la manera humana de existir y comportarse. Si tal modo de ser no existe, o tiene un carácter puramente material, el propio sentido de la virtud se esfuma. Se corre entonces el riesgo de intentar construir la ética convencional con nociones tales como deber, consenso, emoción, utilidad, gusto, diálogo, amor, placer o solidaridad, que están muy bien, pero que —disuelto su sentido antropológico y desconectadas entre sí— no llevan a ninguna parte distinta del utilitarismo o el relativismo, planteamientos en los que la desorientación es insuperable. La renovación de la noción de virtud es imprescindible para entender que el concepto de vida lograda aquí propuesto tiene peso ontológico, es decir, implica que la existencia humana es realmente perfeccionable en la línea de su plenitud y potenciación. Nada resulta más equívoco y distorsionante para este propósito que insistir en que la virtud procede de la repetición de actos, cuando lo que tan insulso mecanismo arroja en todo caso es una costumbre o una rutina. La virtud, ciertamente, sólo se adquiere operativamente —para lo que ordinariamente no basta una sola acción— e implica una ganancia estable. Pero lo que aquí cuenta no es el número de acciones sino la intensidad del operar, su fuerza troqueladora de la personalidad y no una especie de acostumbramiento que se podría confundir con la domesticación de la bestia humana. " epdlp.com |