El azar (fragmento) "Las vacaciones en el pueblo junto a su madre -mi abuela-, sus hermanas y todos los sobrinos que fuimos engordando la familia eran sagradas para él cada mes de julio. Incluso ahora que ya se jubiló sigue regresando como en los buenos tiempos. Fue educado en la tradición de mandar, si bien lo hizo siempre con modales exquisitos. Nunca me olvidaré de una escena que presencié en mi infancia, con él de protagonista. Era, por supuesto, el mes de julio y estábamos en el pueblo. Íbamos a ir a Santiago para ver la catedral y luego de allí pasar una semana de playa en Villagarcía de Arosa, todo a su cargo. Mi madre, mis tías, incluso mi abuela, andaban sudorosas cargando bultos en el maletero de su descomunal Mercedes, y mis primos Fernando, Miguel, Rita, Maripaz, Cristina y yo esperábamos en la calle con ansiedad. Mi tío Eugenio, en cambio, estaba en el asiento del conductor, bien trajeado, con corbata y con los guantes de cabritilla sin dedos que suelen llevar los pilotos de Fórmula 1, dando órdenes a todo el mundo, como un general. (…) Se instaló en un hotelito, por encima de los Thermes Nationaux, y a éstos acudía cada mañana para permanecer durante unas horas en remojo al cuidado de aquellas aguas milagrosas, tras lo cual una enfermera le daba masajes en las nalgas, que lo dejaban como nuevo. Estaba encantado, y no sólo por el tratamiento, que resultó espectacular, sino por la ciudad, una vieja gloria de la arquitectura francesa más decadente, que en el pasado había tenido el honor de recibir con periodicidad a la reina Victoria de Inglaterra y a gran parte de la nobleza europea. En suma, una ciudad con clase, llena de turistas adinerados, boutiques con ropa de lo más rancio, un casino, un lago que le recordaba vagamente a Ginebra e incluso conciertos de cámara al aire libre en el quiosco de música de una plaza con jardines. Como estaba inspirado por aquel ambiente excepcional y sabía que Lamartine había vivido en la zona, mi tío Eugenio se compró una antología de sus poemas para leerlos al atardecer junto a la orilla del lago Bourget, e incluso se aprendió el más famoso de todos, Le lac, que el poeta dedicó a sus aguas inmortales. " epdlp.com |