El tercer día tocan las cabezas (fragmento) "Nuestra calleja está por encima del pueblo, que se encuentra tallado en la parte de la roca arenisca, de espaldas al lago. La roca sobre la que vivimos es hueca; debajo de nosotros está la vieja cantera con sus galerías, grandes y grises. Desde el pueblo y la calle mayor no se nos puede ver: la calleja se halla en la parte opuesta de la roca, con vistas al bosque, donde antes no había nada y donde ahora está el lugar de la tala, dispuesto en forma cuadrangular. Arriba del todo, en la cima, hay una casa solitaria, tan grande como la de un dentista, de color lila y con ventanas enmarcadas en blanco. Está en el punto más alto de la cresta para que más tarde sea la única casa que aún pueda espiar, a ras de nuestros tejados, el lago. Es la primera en el lugar de la tala, construida por el padre de la novia, para él, para la bella novia, que es mi prima, no recuerdo en qué grado. […] Los hombres están sentados en el patio. Quién es la pequeña, pregunta Sasa. Tu prima en segundo grado, dice el padre de la novia. ¿Cuántos años? Once, dice el padre de la novia. Pues para tener once años eres bastante pequeña. Yo con once ya tenía barba. Soy niña, digo. No quiero tener barba. Me mira un instante, luego suelta una carcajada terrible que todos, los muchachos del trío, el padre de la novia, acompañan. No paran de reírse. Los ojos del padre de la novia brillan, le guiña el ojo a Sasa. Y dice, sin que se entienda claramente, algo de una barba de chivo, algo que no comprendo, y redoblan la risa. Me encojo de hombros y vuelvo a la habitación de la abuela. Qué están haciendo, me pregunta. Y yo qué sé, digo. ¡A ver si hablas como es debido! ¿A qué viene esa risa? ¿Dónde está tu mujer?, pregunta el padre de la novia en el patio. Donde la dejé, dice Sasa. En casa. He venido a trabajar. ¿Y el chico? Soy su padre, dice Sasa, y pasa la lengua por el papel de fumar. El chico solo tiene 8 años y está muy blanco. No está gordo, pero sí extrañamente fofo, amuñecado, el cuerpo, los brazos, las piernas, la cabeza, parecen un manojo de morcillas; la cara, como pintada encima. Está en el umbral del cuarto de la abuela. Ven, le dice esta. Aquí huele mal, dice él. Y está sucio. Calla la boca, le digo yo. " epdlp.com |