Oppiano Licario (fragmento)José Lezama Lima
Oppiano Licario (fragmento)

"La casa se rodeó de luces de farol. Los mujidos y los relinchos fundamentaron la luz. Clara, de pronto, vió delante de sí a un mestizo, cruce de viruelas con lo peor de la emigración asiática, anchuroso, abotagado, con los ojos cruzados de fibrinas sanguinosas. A su lado un blanconazo inconcluso, indeciso, remache de enano con ausencia dentaria, camisa de mangas cortas, insultante y colorinesca, con un reloj pulsera del tamaño de una cebolleta. En el portal, un grupillo alzado de voces atorrantes, sin respetar ni la noche ni sus moradores. José Ramiro se apresuró de la sala al primer cuarto, Palmiro adivinando la invasión de los dos murciélagos de malignidad, saltó por la ventana en busca de la guaridas del bosque. Los que habían traspuesto la puerta se abalanzaron sobre José Ramiro, el achinado de la viruela dio un grito avisando del salto de Palmiro. Atravesó como una candela el fogonazo disparado para detenerlo, pero la hierba menudita avisó que lo protegía. Clara se lanzó sobre los dos malvados que abrazaron a su hijo, pero el enano blanconazo con su más sucia melosina, le decía: pierda cuidado señora, que no le pasará nada, está bajo nuestra protección. Los llevamos al cuartel para interrogarlo, enseguida se lo devolvemos.
Arrastrado, lo sacaron de la casa, cuando llegaron a la linde de la granja, vaciaron sus revólveres sobre el adolescente que abría los ojos desmesuradamente y que aún después de muerto los abría más y que todavía en el recuerdo los abre más y más, como si el paisaje entero se hubiera detenido para ir entrando por sus ojos, en la eternidad de la mirada que rompió la cárcel de sus párpados. "



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