El amor que me juraste (fragmento) "Miro a Rafael. Sigue siendo un hombre atractivo. Alto, de piel bronceada y pelo negro todavía. Tiene unas arrugas hermosas alrededor de sus ojos, y unas pestañas muy largas y lacias que chocan siempre contra los cristales de sus lentes. Me enamoré de la transparencia de sus ojos miopes, de su arrogancia. Estudió Derecho Internacional y su especialidad era Latinoamérica: llevaba los asuntos bilaterales en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Es un hombre brillante, con una enorme cultura, pero obstinado, orgulloso. Y hasta donde yo suponía, le gustaban las mujeres elegantes; quiero decir, de trato. Pero ahora veo que no. También tengo que aceptar que no lo conozco bien. Bebo de prisa. Sólo deseo que no me dé por llorar sino por reírme de mí misma, cuando Pedro me pregunta que si ser doctora en historia del arte no es un problema para mi relación con los demás. Desde luego lo estoy siendo para él. –La historia del arte se queda en mis clases y en mis manuscritos –me río. Es mi vida privada lo que me agobia y me impide relacionarme con ustedes esta noche; y no hablo a los desconocidos de ninguna de las dos cosas. Me empino lo que queda del tequila satisfecha de arrastrar ya las palabras. Bravo: las digo. Y me vuelvo hacia el cantante. Me aíslo." epdlp.com |