Cristina, de Crónicas contra los bribonesPablo Guevara
Cristina, de Crónicas contra los bribones

"Y es en el oval de la mejilla que camina,
hija a mi lado, el esquife más pequeño
que tengo, el más dorado de todos,
donde está la proa de mi amor.

Y en el tan dulce pelo que es,
dorado del Botticelli, trigo de Teruel, Jauja o Kiev,
y en el pórtico oval gótico por donde brillan
ojos ojivados del Van der Goes o del Memling
ventanitas son de monasterio oscuro, oscuro,
irisados bajo la garúa nacen y mueren,
rojos, verdes, azules en pugna con el gris
de calamidad de Lima, y el marchito tiempo
al fondo, tiempo que lloro, plúmbeo marco
como los de Leonardo…
En tanto sostengo el remo, el bracito nacarado,
el cáñamo japonés, el tallo de la flor de Rhodesia,
en el mar desencadenado y en la albúmina excesiva
como de tuberculoso de Lima, y en la alegría
de su boca, música del Corelli, campanita
solar del valle mientras tiembla mi corazón
y llegar al puñal no oso, y por fin mi vida es
junto con la de la imaginación aunque sólo
sean unos segundos -siempre son unos segundos,
estos que son la vida de los que no han perdido
su libertad ni jamás se la dejarían arrebatar
por sobre todas las cosas y pueden predecir
la sequía o la cosecha de la gavilla,
aunque los pueblos estén de duelo
por los gavilanes y los guerrilleros,
ah Nacimiento, ah Muerte, volver a partir
desarrebujando las velas, aún más remendadas,
ah Niñez, ah Juventud, ah Gravidez, ah Vejez
del Amor, y los astutos dioses haciéndonos
las espaldas y las olas creciendo, siempre creciendo. "



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