Chiclayo en la Anécdota (fragmento)Nicanor de la Fuente
Chiclayo en la Anécdota (fragmento)

"En esos tiempos en que la única vía de comunicación que tenía nuestro departamento con la capital de la República era la marítima, los viajes a Lima y viceversa se hacían cada ocho días. Hasta muy poco tiempo recordamos, el cabotaje en la costa peruana lo hacían esos barcos cuyos nombres nos parecen de historia: Ucayali, Urubamba, Mantaro, Pachitea, Cachapol, Palena, de las Compañías Peruana y Sudamericana de Vapores, con el Limarí, que descansa sumergido en la playa de Santa Rosa, desde un 7 de junio en que la nave chilena venía con la tripulación conmemorando el aniversario de la toma de Arica. Tan "tomaos" los niños que perdieron la brújula.
El doctor Luis Odar Seminario era jefe de la Oficina de registros Públicos y, como muchos señores del lugar, recibían El Comercio, La Crónica, La Prensa, etc., de Lima, en paquetes en la abrumadora valija del correo semanal, o sea cada miércoles.
Y era costumbre de algunos lectores más avisados, o por ganarle el tiempo al tiempo, o por estar casi al día con las noticias, iniciar la lectura por los ejemplares correspondientes a las fechas más cercanas y luego revisar distraídamente, como quien no quiere la cosa, los pertinentes a las fechas anteriores.
Pero el doctor Odar Seminario era reglamentado, disciplinado, muy pegado a la letra; cumplía el itinerario de su lectura comenzando por los números más atrasados y terminando cronológicamente con el último, cuando ya el vapor de la carrera estaba en vísperas de llegar al puerto de Eten. Si por esta disciplina estaba retrasado en las informaciones, él cumplía fielmente el orden de las fechas de cada edición, rebajando día a día, meticulosamente, el montón de periódicos de la semana que abrumaban el escritorio, cerca a la cómoda mecedora de sus reposos y meditaciones. Porque, tampoco el Dr. Odar, como otros suscriptores ordenados, era capaz de leer de un tirón dos o tres diarios juntos. De haberlo hecho así, pensaba que ya no tendría elemento para matar las horas desocupadas de los días siguientes, así que distribuía o racionaba su lectura.
El doctor Odar era clubman. Cada tarde concurría al Club de la Unión a participar, con don Manuel Perales, don Pedro Delgado Aurich, don Honorio Ortigas, don Emilio Silva, don Ricardo Miranda y otros caballeros, las delicias del rocambor, a la vez que comentaban las noticias de los diarios limeños. Sucedió cierta tarde que alguien, adelantado en la lectura, comentaban sobre las acciones de la guerra del año 14, cuando la ofensiva de los alemanes cubría el mapa de Asia. Se armó una discusión y discreparon sobre el nombre de una de las ciudades invadidas. Don Pedro Delgado Aurich, buscando dirimencia, invocó al doctor Odar:
- Tú, que eres el mejor lector, debes estar enterado. Luis, mejor que éstos, el nombre que discuten, así que eres mi gallo de tapada...
- Hoy no podemos hablar del asunto -respondió el doctor Odar- porque ustedes se han adelantado y eso no está bien. Yo, en cambio, me he quedado en Europa y todavía no he llegado a la China. Así que les ruego que me esperen esta semana a que termine mi lectura y entonces hablaremos. "



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