Amalia (fragmento)José Mármol
Amalia (fragmento)

"No señores -contestó-, no hay más reunión que la presente. Hace quince días que tuve la palabra de cuarenta hombres para este caso. Después se me redujo a treinta. Ayer a veinte. Ahora os cuento y no hallo sino diez. ¿Y sabéis lo que es esto? La filosofía de la dictadura de Rosas. Nuestros hábitos de desunión, en la parte más culta de la sociedad; nuestra falta de asociación en todo y para todo; nuestra vida de individualismo; nuestra apatía; nuestro abandono; nuestro egoísmo; nuestra ignorancia sobre lo que importa la fuerza colectiva de los hombres, nos conserva a Rosas en el poder, y hará que mañana corte en detal la cabeza de todos nosotros, sin que haya cuatro hombres que se den la mano para protegerse recíprocamente. Será siempre mentira la libertad; mentira la justicia; mentira la dignidad humana; y el progreso y la civilización, mentiras también, allí donde los hombres no liguen su pensamiento y su voluntad para hacerse todos solidarios del mal de cada uno, para vivir todos, en fin, en la libertad y en los derechos de cada uno. Pero donde no hay veinte hombres que unan su vida y su destino el día en que se juega la libertad y la suerte de su patria, la libertad y la suerte de ellos mismos, allí debe haber por fuerza un gobierno como el de Rosas, y allí está bien y en su lugar ese gobierno... Gracias, amigos míos, honrosas excepciones de nuestra raquítica generación, que tiene de sus padres todos los defectos sin ninguna de las virtudes. Gracias otra vez. Ahora ya no hay patria para mañana, como la esperábamos. Pero es preciso que la haya para dentro de un año, de dos, de diez, ¡quién sabe! Es preciso que haya patria para nuestros hijos siquiera. y para esto, tenemos desde hoy que comenzar bajo otro programa de trabajo incesante, fatigoso, de resultados lentos, pero que darán su fruto con el tiempo. El trabajo de la emigración. El trabajo de la propaganda en todas partes, a todas horas, sin descanso. El trabajo del sable en los movimientos militantes. El trabajo de la palabra y de la pluma donde haya cuatro hombres que nos escuchen en el exterior, porque alguna de esas palabras ha de venir a la patria en el aire, en la luz, en la ola. Mi presencia todavía es necesaria en Buenos Aires por algunas semanas; pero la vuestra, no. Hasta ahora he tratado de ser el dique de la emigración. Ahora la escena ha cambiado, y seré su puente. Al extranjero, pues. Pero siempre rondando las puertas de la patria. Siempre golpeando en ellas. Siempre haciendo sentir al bárbaro que la libertad aún tiene un eco; teniéndolo siempre en lucha hasta gastarle su fuerza, sus medios, su terror mismo. He ahí nuestro programa por muchos años. Es un combate de sangre, de espíritu, de vida, al que vamos a entrar. Aquel que sobreviva de nosotros, cuando la libertad sea conquistada, enseñe a nuestros hijos que esa libertad durará poco, si la sociedad no es un solo hombre para defenderla, ni tendrán patria, libertad, ni leyes, ni religión, ni virtud pública, mientras el espíritu de asociación no mate al cáncer del individualismo, que ha hecho y hace la desgracia de nuestra generación. Abracémonos y despidámonos hasta el extranjero. "


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