La esposa del arriero (fragmento)Henry Lawson
La esposa del arriero (fragmento)

"La casa de dos habitaciones está hecha de rollos de madera, tablas y corteza de eucalipto y el piso es de tablas. Una gran cocina de corteza ubicada en un extremo es más grande que la propia casa, veranda incluida.
Monte por todas partes: monte sin horizonte, porque el terreno es chato. Ninguna variante a la vista. El monte australiano está formado de eucaliptos autóctonos achaparrados, podridos. No hay maleza. Nada que alivie el ojo, salvo el verde oscuro de unos pocos robles hembra que suspiran sobre el arroyo angosto, casi seco. A treinta kilómetros del signo de civilización más cercano, un rancho en el camino principal.
El arriero, un ex-ocupante ilegal, está con las ovejas. Su esposa e hijos quedaron solos.
Cuatro chicos harapientos y de aspecto enjuto están jugando cerca de la casa. De repente, uno de ellos grita: “¡Una víbora! ¡Mamá, hay una víbora!”
La mujer huesuda y quemada por el sol sale rápidamente de la cocina, arrebata a su hijo del suelo, lo apoya en su cadera izquierda y trata de agarrar un palo.
“¿Dónde está?”
“¡Acá! Se fue a la pila de leña” grita el mayor, un travieso de once años de cara filosa. “¡Quedate ahí, mamá! La tengo. ¡Correte! ¡Voy a agarrar a la desgraciada!”
“Tommy, vení para acá, que te va a picar. ¡Vení ya para acá, carajo!”
El chico fue de mala gana, llevando un palo más grande que él. Entonces grita, triunfalmente:
“¡Allá va! ¡Abajo de la casa!” y salió como una flecha con el palo levantado. Al mismo tiempo, el perro –mestizo, grande, negro, de ojos amarillos–, que había mostrado el interés más salvaje en todo el asunto, rompe su cadena y sale corriendo hacia la víbora. Sin embargo, llega un segundo tarde y su hocico alcanza la grieta del entablado justo cuando la cola de la víbora desaparecía. Casi al mismo tiempo, el palo del chico baja y raspa el hocico antes mencionado. Alligator le da poca importancia a esto y empieza a socavar la construcción; pero es sometido después de un forcejeo y encadenado. No pueden permitirse perderlo.
La mujer del arriero hace que sus hijos se queden juntos cerca de la cucha mientras ella espera a la víbora. Trae dos platitos de leche y los pone cerca de la pared para tentarla a salir; pero pasa una hora y la víbora no aparece.
La puesta del sol está cerca y se avecina una tormenta con truenos y relámpagos. Hay que entrar a los chicos. No los llevará adentro, porque sabe que ahí está la víbora y en cualquier momento puede aparecer a través de una grieta del tosco piso de tablas; así que lleva varias brazadas de leña a la cocina y mete ahí a los chicos. La cocina no tiene piso, o más bien, tiene uno de tierra, llamado ‘piso de tierra’ en esta parte del monte australiano. Hay una mesa grande y tosca en el centro de la cocina. Lleva a los chicos adentro y los hace subir a esta mesa. Son dos varones y dos mujeres, unas criaturas. Les da algo de cenar y después, antes de que oscurezca, va a la casa y busca algunas almohadas y sábanas, esperando ver o agarrar la víbora en cualquier momento. Hace una cama en la mesa de la cocina para los chicos, y se sienta al lado a vigilar toda la noche. "



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