Mayombe (fragmento) Pepetela
Mayombe (fragmento)

"La espera era lo peor. Cuando apareciera el enemigo, se acabarían los problemas, los fantasmas quedarían atrás y sólo la acción sería la que contara. Pero, en la espera, los recuerdos tristes de la niñez se mezclaban con la nostalgia de los amigos muertos en combate y hasta el rostro de Leli, esto sobre todo. Sin Miedo se dio cuenta que habían pasado seis meses sin que pensara en Leli. Desde el último combate, al ir a atacar el Puesto de Miconje, la imagen de Leli se le apareció confundida con la lluvia que formaba torrentes de barro, mientras avanzaban por la cuesta hacia el enemigo. Habían avanzado durante la noche, bajo un aguacero constante para llegar al punto de ataque a las seis de la mañana. El barro y la lluvia los cegaban, los asfixiaban, jadeando por el esfuerzo de subir esa colina cubierta de selva espesa. Fue ahí, cegado por la selva y por la lluvia que Leli se le apareciera, imponiéndose de nuevo. La angustia lo persiguió hasta que diera la orden de fuego. El grito de fuego le salió de adentro como una acto libertario,o como un berrido de animal huyendo de una trampa. El grito herido de Sin Miedo auyentó la imagen de Leli.
Una y otra vez, Leli volvía imponiéndose. Los ojos de Leli lo acusaban de mil crímenes, vengativos y dulces; existía una soledad y abandono en los ojos de ella que Sin Miedo quiso gritar, para auyentar al fantasma. Pero era demasiado temprano y el enemigo no aparecía, y él no podía dar la orden de fuego. Las cuatro y cuarto. La angustia se le metía por el vientre, sentía cólicos. Olvidándose de donde estaba, su cuerpo se hacía sentir en los codos adormecidos, las manos aferradas en el AKA, con los ojos temerosos clavados en el camino, hacia el principio de la curva. Leli suplicaba y acusaba, muda, las palabras eran inútiles, él las conocía y no se le olvidaban. Esa fue tu venganza, reconquistarme para luego abandonarme, al saber que yo estaba nuevamente preso de tí. Tu orgullo, todo tu orgullo, un orgullo sin límites, que todo lo sacrifica. El conocía las palabras que mil veces martillaban su memoria, era por eso que ahora, sólo los ojos de Leli eran los que hablaban.
Ella corría sobre una playa blanca. Los cocoteros se inclinaban para saludarla. Desnuda, resplandeciente a la luz de la Luna, su cuerpo castaño perlado de gotas de agua que reflejaban el brillo de la Luna. Ella corría por la playa blanca a su encuentro. Se abrazaban desnudos, bajo la sombra confidencial de los cocoteros, y se dejaban caer en la arena. "



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