La mujer para quien inventé el ordenador (fragmento)Friedrich Christian Delius
La mujer para quien inventé el ordenador (fragmento)

"Ya esas meras palabras, ¡pensionistas, rentistas! Me evocan a los renos en Laponia ocupados en digerir en silencio sus pastos; y ellos con sus tortas, su vino tinto. No hay nada que realmente les interese. En todo caso, nada relacionado con las ciencias, las proezas del espíritu; no tienen otros intereses salvo seguir viviendo según el programa de sus grupos de agilidad física y mental; seguir viviendo como sigue digiriendo su pasto un reno en Laponia. La mayoría de ellos ni siquiera conoce los inventos más importantes de su tiempo; el ordenador les resulta un monstruo… Sí, puede ser que esto cambie, que los ancianos se animen a tocar el teclado. Pero no deja de sorprenderme con cuánta ignorancia la gente puede envejecer, y además con bastante dinero a disposición, y encima orgullosos de su ignorancia… Y ahora que estamos reunificados, en el quinto año de la reunificación, claro que hay que viajar y salir de caminata con más efusión todavía, Mecklemburgo, Brandeburgo, Turingia esperan y aún hay habitaciones disponibles, y el escalope a la cazadora cuesta dos, tres marcos menos. Hoy hay que haber estado en Dresde, en Potsdam, pero de la máquina más importante de nuestro tiempo no es necesario saber nada, hoy todavía no… En resumen, ninguno de los virtuosos caminantes podría imaginarse al inventor del ordenador en las montañas de la parte anterior del Rhön, y por eso me siento bien aquí, ya que puedo parlotear un poco sobre lo divino y lo humano y… No, tampoco la gente de los pueblitos, Steinbach, Buchenau, Eiterfeld o Ditlofrod, que vienen a veces a tomarse su cerveza o se dan de vez en cuando el lujo de una comida, tampoco me conocen, pese a que vivo en la zona desde hace décadas y que les he dado trabajo, o para ser exactos, a sus padres, hace treinta, cuarenta años. La gente no me conoce pese a que soy mundialmente famoso. Un desconocido mundialmente famoso, qué estado maravilloso, créame. Aquí arriba usted es el único, salvo la gente de la hostería… Rudi me conoce desde que aprendió a caminar, pero le he pedido encarecidamente que me trate como a cualquier señor de edad… Pero claro, ya a comienzos de los cincuenta yo me ponía las botas y subía aquí, desde que nos vinimos a vivir a Neukirchen, cada vez que yo necesitaba tranquilidad y quería pensar… Lo que quiero decir es que precisamente eso es lo que me gusta de este lugar, que nadie se fija en mí, mientras que en Braunschweig resuenan los cantos de alabanza y en Berlín o en Munich se pelean los catedráticos sobre si el mayor inventor alemán del siglo soy yo, o si es Braun con su tubo de rayos catódicos, o von Braun con sus cohetes, o si este hombre, Fischer, con su taco, u Otto Hahn, aunque éste en realidad no fue un inventor… Sí, el estofado para mí. Gracias. Sabe, me gusta una cosa así, mientras los expertos se rompen, por lo que me importa, la cabeza, haciendo dictámenes sobre cómo me evalúan y clasifican en sus tontos escalafones, y mientras el alcalde de Braunschweig se enreda en su discurso y no sabe cómo salir de él, estar con usted aquí con toda tranquilidad, mirando hacia el Rhön, meditando por encima del Hessische Kegelspiel y levantando mi jarro de cerveza. "


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