Carta a Arabella HuntWilliam Congreve
Carta a Arabella Hunt

"Querida señora: ¿No creéis que os ame? No podéis pretender ser tan incrédula. Si no creéis a mi lengua, consultad a mis ojos, consultad a los vuestros. En ellos los vuestros encontraréis que están llenos de encanto; en los míos, que tengo un corazón para sentirlos. Recordad lo que ocurrió la pasada noche. Eso al menos fue un beso de amantes. Su impaciencia, su ferocidad, su calidez, expresaron todo lo bueno de sus padres. Pero, ¡oh!, su dulzura y la suavidad con la que se fundían lo expresaban mucho mejor. Con temblores en mis piernas y fiebre en mi alma, lo arrebaté. Convulsiones, jadeos, murmullos mostraban el poderoso desorden en mi interior: el poderoso desorden aumentado por él. Por esos queridos labios que atravesaron mi corazón y mis entrañas con maravilloso veneno e inevitable pero aun así encantadora ruina. ¿Qué es lo que no puede producir un día? La noche anterior pensaba que era un hombre feliz, que no deseaba nada y esperaba la más justa de las fortunas: aprobado por los hombres de genio y aplaudido por los demás. Complacido, nunca encantado con mis amigos, los que por entonces eran mis más queridos amigos, sensible a cada placer delicado, y a su vez poseyéndolos todos. Pero el Amor, el todopoderoso Amor, parece que en un instante me ha lanzado a una distancia prodigiosa de cualquier objeto que no seáis vos. En medio de las multitudes permanezco en soledad. Nadie más que vos ocupa mi mente, y ésta no se ocupa de Hilda más que de vos. Me veo transportado a algún desierto extranjero con vos (¡oh, ojalá me viera realmente transportado de esa manera!), donde, con abundantes suministros de todo, en vos, podría vivir una eternidad de éxtasis ininterrumpido. La escena del gran escenario del mundo parece repentina y tristemente cambiada. Objetos sin atractivo se encuentran a mi alrededor, excepto vos; el encanto de todo el mundo parece ubicado en vos. Así en este estado triste, pero oh, demasiado placentero, mi alma no se puede centrar en nada más que en vos; a vos contempla, admira, adora, no depende de nada, sólo confía en vos. Si vos y la esperanza la abandonan, la desesperación y una miseria sin fin la esperan. "


El Poder de la Palabra
epdlp.com