Las Argonáuticas (fragmento) Apolonio de Rodas
Las Argonáuticas (fragmento)

"Así habló. Eetes salió el último a la puerta; la propia Idía, esposa de Eetes, había venido al oír a Calcíope. En seguida todo el recinto estaba lleno de gente. Los criados en multitud, unos se ocupaban de un gran toro, otros cortaban con el bronce leños secos, otros hervían en el fuego agua para el baño; y ninguno había que cejara en su esfuerzo sirviendo al rey. Entretanto Eros, a través del aire claro, llegó invisible, excitado, como sobre recentales terneras en el pasto acomete el tábano, que los pastores de bueyes llaman moscardón. Pronto bajo el dintel, en el zaguán, tendió su arco y de la aljaba sacó un dardo nuevo, portador de muchos lamentos. De allí, con sus ágiles pies, inadvertido cruzó el umbral con sus ojos penetrantes. Pequeño, agazapado bajo el propio Esónida, encajó las muescas en medio de la cuerda y tensándola con ambas manos, disparó derecho sobre Medea. Un estupor dominó el ánimo de ésta. Y él, retirándose del salón de elevada techumbre, voló entre risas. Mas la flecha ardía dentro del corazón de la joven, semejante a una llama. De frente lanzaba sin cesar sobre el Esónida los destellos de su mirada; y su prudente razón le era arrebatada del pecho de la zozobra. Ningún otro pensamiento tenía y su alma se inundaba de un dulce dolor. Como una obrera que se ocupa de las labores del telar, echa ramas sobre un abrasador tizón, para procurarse luz bajo su techo durante la noche, pues se ha levantado muy temprano; y del pequeño tizón se eleva enorme el fuego que consume todas las ramas; tal, agazapado en su corazón, ardía furtivamente el funesto amor; y mudaba sus delicadas mejillas, unas veces en color pálido, otras en rojo, con el abandono de su mente. "


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