Mis años han desaparecido "¡Ay, han desaparecido, ¿dónde?, todos mis años! ¿Mi vida es verdad, o de un sueño el engaño? Lo que siempre creí que era: eso, ¿qué es? Después me he dormido, y ya no lo sé. Ahora he despertado, y el saber extraño de lo que conocía como a mi propia mano. El pueblo y la tierra donde me crié de niño se me han vuelto ajenos, cual si fuesen mentidos. Mis amigos de infancia están viejos e indolentes; talado el bosque, listo el campo aún sin simiente: tan sólo el agua fluye, como fluía antaño. Jamás imaginé por cierto dolor tamaño. Me saluda indolente más de un conocido. Por doquier está el mundo en infortunios hundido: cuando en tantos dichosos días doy en pensar, que se precipitaron como un golpe en el mar, ¡ay, más y más dolor! ¡Ay, qué lastimoso es lo que hace la juventud! A los que nunca el ánimo acosó inquietud, no excusan las cüitas. ¡Ay! ¿Por qué actúan así? Donde mire en el mundo, nadie está feliz: danzar, reír, cantar, se esfuman en la aflicción. Hueste tan lastimosa jamás cristiano vio. Ved cómo sienta ahora a la mujer el tocado; el caballero altivo lleva atuendo de aldeano. Ásperas cartas hannos llegado desde Roma: tristeza nos permiten, la alegría nos toman. Todo esto me acongoja (tan buena era la vida), tener que anteponer las lágrimas a la risa. Si a las aves silvestres aflige nuestra queja: ¿qué os maravilla ver que el ánimo me deja? Pero, ¿qué digo, necio de mí, con maligna ira? -Si estéril placer sigues, el de allá extravías: ¡ay, más y más dolor! ¡Dolor, las cosas dulces, cómo nos conciernen! Veo cómo en la miel la amarga hiel se cierne. Por fuera el mundo es bello, blanco, verde y rojo, mas cual la muerte negro por dentro y tenebroso. Quien fuera seducido por él, que se consuele: de gran culpa redime la penitencia leve. Caballeros, pensad en ello: es cosa vuestra; portáis yelmos lucientes, muchas corazas férreas, los mejores escudos y benditas espadas. ¡Si de victoria digno Dios sólo me juzgara! Entonces yo, hombre pobre, obtendría rico pago. No digo feudos, no de señorial oro halago: quisiera yo llevar, eterna, esa corona, que el mercenario sólo con su lanza cobra. Si pudiera hacerme, como ansío, a la mar, cantaría "salud", y "dolor" nunca jamás, ¡"dolor", nunca jamás. " epdlp.com |