De amore: comentario a El Banquete de Platón (fragmento)Marsilio Ficino
De amore: comentario a El Banquete de Platón (fragmento)

"Pero la mente es un círculo inmóvil: porque tanto su obra como su sustancia son siempre las mismas, ya que siempre de un mismo modo entiende, y quiere siempre las mismas cosas. Y a veces podemos llamar móvil a la mente por una sola razón: porque al igual que todas las demás cosas, de Dios procede, y hacia él mismo se vuelve en su retorno. El alma del mundo, y cualquier otra alma es un círculo móvil: porque por su naturaleza no conoce sin discurso, ni actúa sin transcurso de tiempo: y el discurrir de una cosa a otra y la operación temporal, sin lugar a dudas se llaman movimiento.
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Pero la mente es un círculo inmóvil: porque tanto su obra como su sustancia son siempre las mismas, ya que siempre de un mismo modo entiende, y quiere siempre las mismas cosas. Y a veces podemos llamar móvil a la mente por una sola razón: porque al igual que todas las demás cosas, de Dios procede, y hacia él mismo se vuelve en su retorno. El alma del mundo, y cualquier otra alma es un círculo móvil: porque por su naturaleza no conoce sin discurso, ni actúa sin transcurso de tiempo: y el discurrir de una cosa a otra y la operación temporal, sin lugar a dudas se llaman movimiento. Y si hay alguna estabilidad en el conocimiento del alma se debe más bien a la inteligencia que al alma. También la naturaleza es un círculo móvil. Cuando decimos alma entendemos, según el uso de los antiguos teólogos, la potencia del alma que reside en la razón y en los sentidos; cuando decimos naturaleza se entiende la fuerza del alma para generar. A aquella fuerza la llamaremos propiamente hombre. A ésta ídolo y simulacro del hombre. Se dice ciertamente que esta facultad de generar es móvil, porque su obra se cumple en un espacio de tiempo, y en esto se diferencia de aquella propiedad del alma, en que el alma se mueve por sí y en sí. Por sí, digo, porque ella es el principio de su movimiento. En sí, porque en la misma sustancia del alma permanece la operación de la razón y de los sentidos. Y su obra no afecta necesariamente al cuerpo. Pero aquella fuerza de generar, que llamamos naturaleza, se mueve por sí, al ser una cierta potencia del alma que se mueve por sí. Se dice también que se mueve en sí porque toda operación suya termina en el cuerpo. Ella nutre, hace crecer y engendra el cuerpo. Pero la materia y la masa del cuerpo es un círculo móvil por otro y en otro. Por otro, pues necesariamente es conducida por el alma. Y en otro, pues todo movimiento del cuerpo se realiza en un lugar.
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La figura del hombre, muchas veces muy bella a la vista por la bondad interior felizmente concedida por Dios, transmite al espíritu, a través de los ojos que la contemplan, el rayo de su esplendor. El espíritu, atraído por esta chispa como por un anzuelo, se dirige hacia el que le atrae. A esta atracción, que es el amor, puesto que dependiendo de lo bueno, bello y feliz se vuelve hacia lo mismo, sin ninguna duda lo llamamos bello, bueno, feliz y dios, según la opinión de Agatón y de los otros anteriores. Y porque él está en el espíritu ya encendido por la presencia de aquel rayo bello, estamos obligados a llamarlo un cierto afecto entre lo bello y lo no bello. Pues el espíritu que no recibió la imagen de ninguna cosa bella, no la ama, como cosa no conocida por él. Y aquél que posee la belleza entera no es conmovido por los estímulos del amor. En efecto, ¿quién desea aquello que tiene? Sólo queda entonces que el espíritu se consume de ardiente amor cuando habiendo encontrado la apariencia hermosa de alguna cosa bella, por esta primera degustación, es incitado a la entera posesión de la belleza. Así, entonces, como el espíritu del amante posee la propia cosa bella y en parte no la posee, sin duda en parte es bello y en parte no bello. Y de este modo consideramos que el amor, por esta mezcla, es un afecto intermedio entre lo bello y lo no bello, partícipe de uno y de otro. Y ciertamente, por esta razón Diótima, para volver ya a ella, llamó al amor demonio. Porque así como los demonios están en medio de las cosas celestes y las terrenas, así el amor ocupa el punto medio entre la ausencia de forma y la forma. En su primer y segundo discurso Giovanni puso de manifiesto suficientemente esta región intermedia entre la naturaleza deforme y la hermosa. "



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