Ser un instante "La certidumbre llega como un deslumbramiento. Se existe por instantes de luz. O de tiniebla. Lo demás son las horas, los telones de fondo, el gris para el contraste. Lo demás es la nada. Es un momento. El cuerpo se deshabita y deja de ser la transparencia con que se ve a sí mismo. Se incorpora a las cosas; se hace materia ajena y podemos sentirlo desde un lugar remoto. Yo recuerdo un instante en que París caía sobre mí con el peso de una estrella apagada. Recuerdo aquella lluvia total. París es triste. Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo. Vivir es detenerse con el pie levantado, es perder un peldaño, es ganar un segundo. Cuando se mira un río pasar, no se ve el agua. Vivir es ver el agua; detener su relieve. Mi vagar se acodaba sobre el pretil de hierro del Pont des Arts. De súbito, centelleó la vida. Sobre el Sena llovía y el agua, acribillada, se hizo piedra, ceniza de endurecida lava. Nada altera su orden. Es tan sólo un latido del ser que, por sorpresa, llega a ser perceptible. Y se siente por dentro lo compacto del hierro, y somos la mirada misma que nos traspasa. La lucidez elige momentos imprevistos. Como cuando en la sala de proyección, un fallo interrumpe la acción, deja una foto fija. Al pronto el ritmo sigue. Y sigue el hundimiento. La pesada silueta de Louvre no se cuadraba en el espacio. Estaba instalada en alguna parte de mí, era un trozo de esa total conciencia que hendía con su rayo la certeza absoluta. Ser un instante. Verse inmerso entre otras cosas que son. Después no hay nada. Después el universo prosigue en el vacío su muerte giratoria. Pero por un momento se detiene, viviendo. Recuerdo que llovía sobre París. Los árboles también eran eternos a la orilla. Al segundo, las aguas reanudaron su curso y yo, de nuevo, las miraba sin verlas, perderse bajo el puente. " epdlp.com |