Cartas a Sophie Volland (fragmento)Denis Diderot
Cartas a Sophie Volland (fragmento)

"He erigido en su corazón una estatua mía que no quisiera romper jamás. ¡Qué tormento para ella si me hiciera culpable de una acción que me envileciera a sus ojos! ¿No es cierto que me preferiríais muerto antes que malo? Amadme siempre, entonces, para que siempre tema al vicio. Seguid sosteniéndome en el camino de la bondad. ¡Qué dulce es abrir los brazos cuando es para recibir y estrechar en ellos a un hombre de bien! Esta idea es la que hace sagradas las caricias; ¿qué son las caricias de dos amantes cuando no pueden ser la expresión de la infinita estima en que se tienen? ¡Cuánta mezquindad y miseria en los arrebatos de los amantes vulgares! ¡Qué encanto, qué elevación y qué energía en nuestros abrazos! Venid, querida Sophie, venid. Siento arder mi corazón. Esa dulce emoción que os hace más hermosa está a punto de asomarse a vuestro rostro. Ya está ahí. ¡Ah, ojalá os tuviera a mi lado para gozar de ello! Si me vierais en este momento, ¡qué dichosa os sentiríais!, ¡cómo os agradarían estos ojos que se llenan de lágrimas, estas miradas, toda esta fisonomía! ¿Y por qué se obstinan en ponerles trabas a dos seres cuya felicidad el cielo miraba complacido? No saben todo el daño que hacen; debemos perdonarlos No os veré esta mañana. No encontraría a Monsieur Petit en su casa, y en la mía me retiene Monsieur de Chimène. He pasado la noche leyendo su tragedia, de la cual he hecho un resumen para Grimm. Esta noche iré a ver la nueva comedia, también para él. ¡Qué tres almas bellas, la vuestra, la mía y la suya! Si me faltara una de las otras dos, ¿quién colmaría ese vacío terrible? Vivid los dos, si no queréis que yo sea algún día la voz que clama en el desierto.
Estaré en la platea, hacia el fondo y en el centro; desde allí os buscarán mis ojos. Regresaré cuando termine la obra, o tal vez antes, para trasladar al papel mis ideas y trabajar para mi amigo.
Estaré mañana al mediodía donde me esperáis. Estaré sin falta. ¡Cuántos momentos dulces le sacrifico a vuestra madre! He meditado un poco sobre la repugnancia de vuestra hermana. ¿Es que no me estima lo suficiente como para verme encerrado en la misma caja con ella? Pero no es eso, Sophie mía. Acaso teme que un día en que vos estéis, o en que vos ya no estéis, esa caja…
¿Tiene que impedir esa madre todas las cosas dulces e inocentes que proyectamos? Decidle a vuestra hermana que los dos retratos se pueden disponer como ella quiera; decidle que soy un hombre de bien, que nada me hará cambiar para con vos; decidle que tengo asegurada la mayor consideración en la memoria de los hombres; decidle que he alcanzado la edad en la que ya no se cambia de carácter; decidle cuánto me halagaría, y qué feliz seríais de tocar, de sentir, de mirarnos a ella y a mí, a mí y a ella. Hacedle imaginar el momento en que os separaréis; ella, para regresar a Châlons; vos, para volver a París.
Negaros su retrato es desprenderse del vuestro. "



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