Los rayos misteriosos (fragmento)Pola Oloixarac
Los rayos misteriosos (fragmento)

"Pintar como se administra la aparición de fantasmas. La Máquina de hacer color de Karina Peisajovich, y su instalación de tres esculturas de luz que en estos días habita la sala pequeña de la galería Braga Menéndez, plantea una forma de pintar, de pensar lo visible, como un deslumbrante laboratorio de hipnosis.
La aventura comienza cuando abandonamos la escalera, y La Máquina atrapa al ojo. Hechicera fantástica, La Máquina consiste en un sistema de tres soles irregulares, que giran y se intersectan en miríadas de colores mutantes, y dependen de un pequeño dispositivo en el suelo, que funciona como un cinematógrafo esencial en perpetuo movimiento. Los colores se despliegan en su pureza y en su mutua contaminación, pero están sueltos, desinhibidos de su función de pátina de las cosas. El alma mecánica de La Máquina es un sistema de tres motores, que propulsa tres discos de círculos cromáticos; este movimiento es atravesado por haces de luz halógena, que impulsan la luz a romperse contra la neutralidad del fondo. En el otro extremo de la sala, dos relieves, esculturas de luz atrapada en rombos, trepan, muy quietos, por las paredes: compañeros silentes de la fabulosa y, a veces, melancólica (como podría serlo una puesta de sol) explosión de color de La Máquina.
El mecanismo que anima la muestra es tan sencillo como sofisticado: por una parte, es testigo cúlmine de las investigaciones previas de la artista; por otra, es una síntesis sublime de los experimentos con la teoría del color que preceden, en un arco de cuatro siglos, a Peisajovich. La teoría del color siempre se manifestó en círculos, en ruedas de color. Newton midió los “pesos” del color creando un círculo precario; Goethe le discutió, oponiéndole un ojo romántico que sostiene que el color es un evento del yo que mira, y perfeccionó la esfera (a la que luego seguiría la de Hering, entre otros sabios del admirable colegio de las gamas y los tonos). Pero es en los giros de la máquina de Peisajovich, en esas crecidas de colores que parecen adentrarse unos dentro de otros, en caudales poseyéndose y desapareciendo, donde el espectro de lo visible se nos presenta en su cualidad inexplicable de fantasma. "



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