El sueño de Polífilo (fragmento)Francesco Colonna
El sueño de Polífilo (fragmento)

"Y así mi viaje sin meta me llevó a una especie de selva, en la cual, apenas entré, perdí mi camino no sé cómo. Mi corazón en suspenso fue invadido de repente por un súbito temor que se difundió por mis pálidos miembros junto con los apresurados latidos, y mis mejillas perdieron su color. A mis ojos no se ofrecía huella alguna ni sendero y en la espinosa selva no aparecían sino densas zarzas, punzantes espinos, el fresno salvaje desagradable a las serpientes, rudos olmos gratos a las fecundas vides, alcornoques, cuya corteza es empleada como ornamento para las mujeres; duras encinas silvestres, fuertes robles y encinas llenas de bellotas y de ramas tan abundantes que no permitían llegar completamente los gratos rayos del sol al suelo cuajado de rocío, sino que, formando una cúpula de frondas, no dejaban penetrar la luz vivificante. Y de este modo me encontré en medio de la fresca sombra, en el aire húmedo y en el oscuro bosque, por lo que comencé enseguida a sospechar con fundamento y a creer que había llegado a la vastísima selva Hercinia, y que allí no había otra cosa que guaridas de fieras dañinas y cubiles de animales salvajes y de bestias feroces. Por ello, sentía gran terror al pensar que, estando indefenso e ignorante, podía ser destrozado por un hirsuto y colmilludo jabalí, como Charidemo, o por un uro furioso y hambriento o una silbante serpiente, y ver mis carnes consumidas vorazmente por lobos aullantes que podían asaltarme y desmembrarme de un modo miserable. Desorientado y despavorido, me propuse, desechando toda pereza, no demorarme más en aquel sitio, encontrar la salida y huir de los peligros que me amenazaban, y apresurar mis ya indecisos y desordenados pasos.
Iba tropezando frecuentemente en las raíces que sobresalían del suelo, vagando perdido de acá para allá, ora a la derecha, ora a la izquierda, ora retrocediendo, ora avanzando, no sabiendo a dónde encaminarme, porque había llegado a un lugar espeso, lleno de malezas y espinos, y me encontraba completamente arañado por las ramas y con la cara herida por las espinosas zarzas y por los frutos silvestres. Y mi toga, lacerada y retenida por los agudos cardos y otras plantas espinosas, impedía mi fuga retrasándola. Además, como no veía indicio alguno de pisadas humanas ni trazas de sendero, no poco desconfiado y temeroso, aceleraba más mis pasos. Y, sea por la rapidez de la marcha, sea por el calor del mediodía o por el movimiento de mi cuerpo, me sentía muy sofocado, bañado de sudor mi frío pecho. Entonces, no sabiendo qué hacer, tenía la mente trabada y ocupada solamente en pensamientos terribles. Y a mis gritos mezclados con suspiros sólo Eco, singularísima émula de la voz, se ofrecía como última respuesta, perdiéndose mis resonantes gemidos entre el chirriante canto del ronco amante de la aurora cubierta de rocío y el de los estridentes grillos. Finalmente, en este escabroso e impracticable bosque, sólo deseaba el socorro de la piadosa cretense Ariadna, cuando entregó el hilo conductor al engañoso Teseo para que, luego de matar a su monstruoso hermano, saliera del intrincado laberinto. Y yo deseaba algo semejante para salir de la oscura selva. "



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