El ilusionista del parque de atracciones (fragmento)Jelena Lengold
El ilusionista del parque de atracciones (fragmento)

"La mujer gritó alborozada:
-Oye, allí está Lola.
-Te dije que volvería -respondió una voz desde el interior de la casa.
-Siempre regresa.
El hombre salió al umbral y le tendió la mano para coger los platos que su esposa llevaba. Sonrió:
-Juerga de solteros. Siempre regresan por su trozo de carne, deben saber mucho sobre nosotros.
Ella respondió con una de esas sonrisas que sólo pueden entender las personas que comparten un mismo lecho. Ambos se quedaron allí un instante, como en una imagen congelada, mirando su gato amarillo grande. Estaba terminando su comida con voraz apetito. Entonces, probablemente ya saciado, se volvió con cierta brusquedad, apartándose del cuenco, y empezó a lamerse meticulosamente. Se lamió la pata y luego deslizó la lengua sobre su cuerpo con gran agilidad. Se contorsionó de forma imposible, llegando a los lugares más remotos del espinazo, el vientre y la cola.
-Se ve bien, dijo la mujer.
-Parece estar de una sola pieza, con las orejas, ojos y cola intactos, el Sr. Lola parece haberse salido con la suya esta vez también.
¿Por qué?, preguntó su esposo, mientras entraba en casa.
-Te preocupas demasiado por él. Voy a hacer un poco de café.
La mujer volvió a la mesa, a la sombra de los altos tilos. Era un caluroso día de abril. Había tulipanes y narcisos por todas partes. Era el tiempo de florecer. Miró a los arbustos que necesitaban poda y luego miró a Lola otra vez, que estaba acostado muy pacíficamente en una manta gastada, parpadeando con sus ojos amarillos. Ella sabía que iba a dormirse pronto y dormir durante horas. Siempre sucedía así. La gente nunca dormía tan apaciblemente, pensó con un poco de envidia. Ni siquiera cuando eran niños. Aun así, todo tipo de monstruos aparecían en sus sueños. Pero Lola dormía sin preocupación alguna.
Uno podía apreciar el movimiento rítmico de su vientre hacia arriba y hacia abajo. De vez en cuando, uno de sus oídos se retorcía a causa de alguna mosca o insecto. A veces, sin siquiera abrir los ojos, se levantaba, arqueaba la espalda, cambiaba de posición y seguía durmiendo. Y eso era todo. No tenía preocupaciones. Él no pensaba en lo que había sucedido el día anterior, no tenía ningún plan, no estaba afectado por la envidia, no tenía ninguna ambición, no sentía ningún temor. Y quién sabe, pensó, tal vez me equivoque, tal vez tiene algunas preocupaciones. Sin embargo parecía muy poco probable. Dormido como estaba, Lola representaba la imagen perfecta de la absoluta quietud. Perfectamente seguro en su propio patio. Se preguntó si sabía lo que era la seguridad. O tal vez sólo conocía el miedo. "



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