Cartas a Sandra (fragmento)Vergilio Ferreira
Cartas a Sandra (fragmento)

"Sandra. Hoy la obsesión ha sido más fuerte. Escribirte. La historia nuestra que conté me parecía intocable.
Principio y fin de nosotros en ella, tu muerte la selló para siempre. Y sin embargo, en esa eternidad tu memoria y la imagen tierna de tu fascinación me perturban. Quizá recuerdes que nunca me escribiste. Pero yo te escribí algunas veces cuan­do venía de vacaciones y la emoción era excesiva. Y un día te pregunté si habías guardado esas cartas. Tú me miraste desde tu sonrisa breve y represiva. Las rompí, naturalmente, dijiste, ¿por qué había de guardarlas? Me hubiera gus­tado releerlas, tenerlas, contesté. Para recuperar lo que fui en ellas y lo que hubo en ellas de ti. Qué tontería, añadiste, la adolescencia ya pasó.
Y sin embargo, en esta casa vacía y enorme, en el silencio de la Tierra que me aturde, esa adolescencia regresa, y con ella tu rostro serio y dulce. Escribirte. Posiblemente lo haré más veces hasta ver si con la escritura se me agota tu fascinación. Tengo algunas fotografías tuyas, pero lo que busco en ellas no está ahí. Seguro que por eso raramente vuelvo a verlas. Porque tú nunca fuiste real para que yo te pudiera amar. Y esa irrealidad amada se estremece en mi emoción y en el éxtasis leve de imaginarte. Podría recordarte en tantas situaciones que nos han tocado en la vida. El día en el que nació Xana. Una playa iluminada del sur. La noche en la que conocí la ternura de tu cuerpo. La tarde en la que me dijiste sí, podemos probar. En los espacios de nuestra monotonía, que también los hubo. En la dificultad de la vida para que se cumpliera entera. En tu muerte. Escribirte, es­cribirte. Quizá te cuente lo mucho que no he contado, y tú no me digas qué tontería. Pero por encima de todo lo que podría recordar, hay una imagen obsesiva de ti, y siempre se me presenta ante lo incierto de la evocación. En realidad, nunca te olvido en el día a día que te olvida. Pero quedas un poco de lado, esperando a que vuelva de nuevo a mirarte.
Es una imagen fluida e intensa, ésa que siempre se me presenta, y me parece que es la de cuando te vi por primera vez.
No importa que no fuese la primera, o que yo entonces esuviera distraído de mi amor que pasaba en ti. Estaba sentado con otros compañeros en un murete del jardín de la facultad. Y entonces tú apareciste desde algún lugar, de lo imposible, tal vez de tu casa que supe más tarde que estaba allí cerca. Y lo que se fijó en el recuerdo e inmediatamen­te se me aparece en el vaguear de la evocación fue el movimiento en filigrana de tu cadera sutil, lo aéreo de tu paso en equilibrio frágil, y tu rostro dulce y triste. Y entonces te inmovilizo antes de que la brisa te lleve, para verte bien. Y te fijo el muslo fino, suavemente modelado por el vestido, el pie hacia delante, firme y delicado. Realmente no sé muy bien qué me ha filtrado el tiempo. "



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