La manera que tiene el infinito... "La manera que tiene el infinito de caber en un cántaro… ¿Qué ha sido de aquel sauce que había en mi jardín y despertaba el verde de mis hojas, y qué ha sido también de aquel que era yo cuando todas mis hojas eran verdes? A veces creo oír que aquel sauce pronuncia mi nombre algunas noches y lo siento en la savia de mis venas. ¿Y él, podrá oírme si leo este poema? ¿Lo sentirá en la sangre que corre por su tronco y por sus ramas? Hay algo que me dice que ni el sauce ni nada de lo que fuera mío he de considerarlo perdido para siempre. La lluvia te ha llenado los pulmones de algo que es un dolor en todo semejante a la alegría. Pocas cosas despiertan mi alegría como el brincar gozoso de algún perro que me ha salido al paso. Pocas cosas remueven algo profundo en mí como el mirar de un perro fatigado de haber vivido tanto. Todo el amor del mundo que tú ansías y la desolación que sientes asoman a los ojos de un perro que te mira, interrogándote. Si a este inocente pájaro nada le importa más que gozar del instante e ignora que ha nacido y que ha de morir, ¿por qué habrá de importarme a mí, si es mi vida corta como la suya y soy feliz también bajo esta fina lluvia ignorándolo todo? De la muerte, cortar el esfuerzo incansable con que incita a vivir para siempre. ¿Es sólo un calcetín eso que brilla en medio de la calle o alguna ave herida que no puede volar? Sucio, agujereado, su fulgor me deslumbra en pleno mediodía. ¿He de pasar de largo o lo he de guardar con todos mis tesoros? ¿Quién lo dejó caer, como al azar, para que me saliera ahora al paso, calcetín que es capaz de volar como un pájaro, desplomarse en la tierra como un pájaro, y viene a recordarme que él y yo compartimos la caída y el vuelo? Te cuesta ver las cosas que comparten tu vida como te cuesta ver tu propia vida. Hasta que un día aprendes, y lo haces de golpe, como si ya estuvieras despidiéndote de todo para siempre. Canta el viejo Louis Armstrong, y es el mundo el que canta. Ahora que la voz es la de Ella Fitzgerald, la muerte se levanta de su lecho y todo lo ilumina. Tú sientes la vergüenza de estar vivo, tú sientes la vergüenza de no ser también negro y no poder cantar como Louis, como Ella, de pie sobre la muerte. Yo soy un pez, un pez que va por el jardín, tan libre como un árbol. Y soy también un árbol, que tiene sus raíces en el cielo, como un pájaro. Soy un pájaro, un pájaro, y son míos los cielos las aguas y la tierra. ¿Por qué, si soy un pez, un pájaro y un árbol, la angustia de ser hombre hace que todo me resulte, de pronto, tan extraño? Ponerte a ver el mundo, ir contando sus piezas y al final descubrir que falta una. No saber dónde está, pero intuir que hay una solución que has de dar tú. No sé si mis palabras son de paz y consuelo o de desolación. Sosegar el espíritu entre el pavor y el gozo de vivir. Y que el mismo sosiego sea el signo gozoso de que el pavor empieza. ¿Cuánto daría yo por oír en tu voz que la nada es el fruto de tu meditación, que después de la muerte hay la nada o la misericordia? ¿Qué músicas son éstas que hieren mis oídos como hojas de otoño? ¿Quién es el que me dicta lo que escribo y me hace vivir con la clara conciencia de la muerte? " epdlp.com |