Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (fragmento) "En aquel fastidioso estado de inquietud en que se encontraba, a Wilhelm se le ocurrió ir a ver al anciano, con cuya arpa tenía la esperanza de ahuyentar a los malos espíritus. Al preguntar por él, le indicaron la dirección de una posada de mala muerte situada en un extremo de la pequeña ciudad. Una vez allí, lo enviaron a un desván del que salían los dulces sonidos del arpa. Eran sonidos tranquilizadores y armónicos acompañados de un canto triste y angustiado. Wilhelm se acercó a hurtadillas hasta la puerta de la habitación, mas no entró en ésta. Como el viejo ejecutaba una especie de fantasía con estrofas repetidas tanto recitadas como cantadas, poco tiempo después de estar allí, nuestro amigo pudo entender que decía lo siguiente: Quien comió sin llanto su pan, quien, en noches llenas de espanto, nunca roto se despertó, ése no te conoce, Cielo. Tú decides nuestro vivir. Tú haces deudor al pobre pues le procuras dolor y penitencias en la tierra. Aquella triste queja hizo mucha mella en el alma del oyente. Le pareció que a veces las lágrimas le impedían al viejo continuar su canto y entonces, durante unos instantes, las cuerdas vibraban solas, hasta que de nuevo el tenue canto volvía a mezclarse con la música. Wilhelm permaneció apoyado en el quicio, su alma estaba muy conmovida, la tristeza del viejo se apoderó de su corazón y, sin hacer nada por contrarrestar su compasión, ni pudo, ni quiso contener las lágrimas que le hizo verter el sentido lamento del anciano. Todos los dolores que apresaban su alma se desencadenaron, abrió la puerta del cuarto y vio al anciano quien, por necesidad, estaba sentado en su cama, ya que era el único mueble de aquella mísera habitación. ¡Qué sensaciones has provocado en mí, viejo! -exclamó Wilhelm-. Has permitido que saliera de mi corazón todo lo que lo acongojaba. Pero no quiero interrumpirte, continúa, mientras alivias tu dolor, haciéndole bien a un amigo. El viejo quiso levantarse y decirle algo; Wilhelm lo contuvo, pues aquel mediodía había comprobado que no le gustaba hablar y prefirió sentarse junto a él en aquel saco de paja que le servía de lecho. " epdlp.com |