El velo negro del pastor (fragmento)Nathaniel Hawthorne
El velo negro del pastor (fragmento)

"Un rumor sobre un fenómeno inexplicable había precedido al señor Hooper y tenía a la congregación en vilo. Pocos se contuvieron de torcer la cabeza hacia la puerta, muchos se levantaron y se giraron directamente, en tanto que varios chiquillos treparon a los asientos y volvieron a bajar con un tremendo alboroto. Hubo un rumor general, un crujir de vestidos femeninos y un arrastre de pies viriles reñido con el callado reposo que ha de acompañar la entrada del pastor. Pero el señor Hooper no parecía advertir la agitación de su gente.
Entró con paso quedo, inclinando la cabeza a cada fila de bancos, e hizo una reverencia al pasar por el parroquiano mayor, un anciano de pelo blanco que ocupaba un sillón en el centro del pasillo. Fue extraño observar la lentitud con que el venerable hombre tomaba conciencia del singular aspecto de su pastor. No llegó a compartir el asombro dominante hasta que el señor Hooper hubo subido los escalones y se mostró en el púlpito, de cara a la congregación, de no haber sido por el velo. El misterioso emblema no fue apartado ni una sola vez. Mientras el pastor impartía el salmo, temblaba con el aliento entrecortado; cuando leyó las escrituras, echó su oscuridad entre él y la sagrada página; y durante la oración, el velo colgó pesadamente sobre el rostro elevado. ¿Buscaba esconderlo del temido Ser a quien se estaba dirigiendo?
El efecto del simple trozo de crespón fue tal, que más de una mujer de nervios delicados tuvo que abandonar el templo. Pero acaso la pálida grey fuera para el pastor una visión tan temible como el velo negro para los fieles.
El señor Hooper tenía fama de buen predicador, aunque no enérgico: antes que azuzar a su pueblo con el trueno de la Palabra, pugnaba por conducirlo al cielo con una influencia mansa y persuasiva. El sermón que pronunciaba ahora tenía las mismas características de estilo y modo que toda la serie de su oratoria sagrada. Pero algo, bien en el discurso mismo, bien en la imaginación del auditorio, lo transformaba con mucho en el esfuerzo más poderoso que jamás habían oído de labios del pastor. La taciturna benevolencia habitual en Hooper lo teñía más intensamente. El tema se relacionaba con el pecado secreto, con los tristes misterios que escondemos a los seres más cercanos y queridos y en vano apartamos de la conciencia, olvidando que el Omnisciente los detectará. Un poder sutil insuflaba las palabras. Todos los miembros de la congregación, la muchacha más inocente y el hombre de corazón más endurecido, sentían como si el predicados se hubiera deslizado por detrás de ellos, tapado por el velo atroz, y hubiese descubierto su fardo de iniquidades de hecho o de intención. "



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