O locura o santidad (fragmento) "LORENZO. «Las misericordias -respondió Don Quijote-, sobrina, son las que en este instante ha usado Dios conmigo, a quien, como dije, no las impiden mis pecados. Yo tengo juicio ya libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me puso mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa leyendo otros que sean luz del alma. Yo me siento, sobrina, a punto de muerte; querría hacerla de tal modo, que diese a entender que no había sido mi vida tan mala que dejase renombre de loco; que puesto que lo he sido, no querría confirmar esta verdad en mi muerte.» (Suspende la lectura y queda pensativo largo rato.) ¡Locura, luchar sin tregua ni reposo por la justicia en esta revuelta batalla de la vida, como luchaba en el mundo de sus imaginaciones el héroe inmortal del inmortal Cervantes! ¡Locura, amar con amor infinito, y sin alcanzarla jamás, la divina belleza, como él amaba a la Dulcinea de sus apasionados deseos! ¡Locura, ir con el alma tras lo ideal por el áspero y prosaico camino de las realidades humanas, que es tanto como correr tras una estrella del cielo por entre peñascales y abrojos! Locura es, según afirman los doctores; mas tan inofensiva, y, por lo visto, tan poco contagiosa, que para atajarla no hemos menester otro Quijote.(Pausa. Después se levanta, viene al centro del escenario, y de nuevo se queda pensativo.) DON LORENZO, ÁNGELA y DON TOMÁS. Los dos últimos se detienen en la puerta de la derecha, primer término, y desde allí, medio ocultos por el cortinaje, observan a DON LORENZO. Este, en el centro y volviéndoles la espalda. ÁNGELA. ¿Lo ve usted? Como siempre: leyendo y pensando. TOMÁS. Ángela, su esposo de usted es todo un sabio; pero no abusemos de la sabiduría. Si la cuerda, cuanto más tensa, da sonidos más agudos, también con mayor facilidad se rompe; y al romperse, a la divina nota sucede un eterno silencio. Mientras el cerebro se agita en sublimes espasmos, la locura acecha: no lo olvide usted.(Pausa.) LORENZO. ¡Extraño libro, libro sublime! ¡Cuántos problemas puso Cervantes en ti, quizá sin saberlo! ¡Loco tu héroe! Loco, sí; loco. (Pausa.) El que no oyera más que la voz del deber al marchar por la vida; el que en cada instante, dominando sus pasiones, acallando sus afectos, sin más norte que la justicia ni más norma que la verdad, a la verdad y a la justicia se acomodó en todos sus actos, y con sacrílega ambición quisiera ser perfecto como el Dios de los cielos..., ése, ¡qué ser tan extraño sería en toda la sociedad humana!, ¡qué nuevo Don Quijote entre tanto y tanto Sancho! Y el tener que condenar en uno el interés, la vanidad en otro, la dicha de aquél, los desordenados apetitos de éste, las flaquezas de todos, cómo su propia familia, a la manera del ama y la sobrina del andante caballero, cómo sus propios amigos de igual suerte que el cura y el barbero y Sansón Carrasco; cómo jayanes y doncellas, y duques y venteros, y moros y cristianos, a una voz le declaran loco, y por loco él mismo se tuviera, o al morir fingía, porque le dejasen al menos morir en calma. " epdlp.com |