Nosotros creíamos (fragmento)Anna Banti
Nosotros creíamos (fragmento)

"Ellos creen que estoy dormido, que paso del sueño a un duermevela inconsciente: que, en definitiva, mi mente divaga. Así se lo han asegurado el otro día al médico. Como de costumbre, había entrado en la habitación sin pedir permiso, para una de sus inútiles visitas, y su voz estentórea, ruda, con un fuerte acento piamontés (¿Cómo se encuentra nuestro amigo?), me obligó a abrir los ojos. Permanezco siempre con los ojos cerrados cuando no estoy solo. Y no sé por qué, quizás para rechazar una vida que no me interesa más. ¿Estoy muy enfermo? Yo no diría que ninguna parte del cuerpo me duele y que si quisiera podría vivir normalmente, quizás salir, hablar. Eso: hablar. No siento, no quiero y los párpados cerrados defienden mi voluntad. Siempre he hablado poco, debo reconocerlo. Quizás no se daban cuenta cuando me obligaban a permanecer lejos de casa en la oficina durante horas. Mi esposa, que estaba acostumbrada, aunque persistiera en una prolongado lamento acerca de los asuntos domésticos, yo me limitaba a pasear arriba y abajo por la habitación de mi estudio: útil para mi condena, decía, con un especie de exasperado respeto y lo dejaba pasar, después de todo tenía razón.
Marietta, déjame pensar, respondía al fin, cuando simplemente no podía soportar las trivialidades femeninas, en vez de sensatos discursos. Ella entonces prorrumpía en una risa sarcástica, un poco teatral: "Il fait beau dire à celui qui vient de loin..."... Y sí, venimos de lejos, ¿y cómo iba a confesar que la ruina de nuestra casa y el futuro de nuestros hijos me dejaba indiferente? Mejor guardar silencio y esperar que, de un modo u otro, se calmase.
Sin embargo, en medio de este silencio, las palabras bullían en mi mente, demasiadas palabras reverberaban desde mundos perdidos, interrumpidas por el razonamiento: ahora inútiles como la visita del médico que hace que mi cabeza se tambalee e intenta explicar todo a través de del hecho-bello descubrimiento- de que soy viejo. Absurdo. No comprende que la vejez me impulsa a hablar y hablar y que toda mi innata terquedad apenas basta para frenarme y mantenerme en una dignidad silenciosa en la que siempre hallo mi refugio. "



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