La caída de los cuerpos (fragmento)Maurice Druon
La caída de los cuerpos (fragmento)

"Hubo unos instantes de silencio. Al inclinarse para atizar el fuego, Jacqueline mostró, sin querer, por encima del cuello de terciopelo negro y la corbata blanca, su nuca frágil y tersa, de la que nacía una cabellera vaporosa y dorada, casi como de niña.
—¿Te vas a casar con él? —dijo de repente el ciego. Jacqueline dio un respingo.
—Pero ¡tío! —Exclamó, riendo—; le he dicho que hasta esta mañana, antes de salir de caza, no conocía al señor De Voos.
Luego, como sentía la mirada del oficial posada sobre ella, añadió:
—Es preciso que le explique que mi tío está empeñado en casarme. Es una manía suya. Pero no tema, no corre usted ningún peligro.
Como no sabía qué actitud tomar, De Voos se contentó con separar las manos en un gesto fatalista.
—¡Es que es necesario que vuelva a casarse! ¡Yo sé lo que digo! —gritó el marqués, golpeando el brazo del sillón.
—¡Vamos, tío Urbain, por favor! —le interrumpió Jacqueline, impaciente. Y para cambiar de tercio, continuó—:
Lo que más rabia me da es que Laverdure va a cazar el venado él solo.
—¿Qué distancia hemos recorrido hoy? No conozco la región, me cuesta calcular las distancias —dijo De Voos—. Cincuenta, cincuenta y cinco kilómetros?
—¡Oh, no! Apenas cuarenta —contestó Jacqueline.
—Me temo que le esperan recorridos más duros, señor, si nos concede el honor de volver —dijo el marqués. "



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