Pilar Guerra (fragmento)Guillermo Díaz Caneja
Pilar Guerra (fragmento)

"Las sucesivas cartas que ella escribía, tiernas y apasionadas, como todas las suyas, desvanecieron el enojo del galán, que pronto volvió al buen camino. Por si esto era poco, ¿no adelantó aquel verano el viaje? Pues esto, dijeran lo que quisieran, para toda mujer enamorada, era prueba de amante correspondencia, y acto sólo por él realizado.
Su primer cuidado en cuanto llegó, fue insistir en sus pretensiones, poniendo en juego todos los recursos imaginables para convencería de que no tenía motivo alguno para rechazar el desinteresado ofrecimiento... ¡Si no era preciso ni aun que nadie se enterase de quién era el bienhechor! Las dulces pero tenaces negativas de Pilar le habían exasperado nuevamente, y esto era lo que tenía un tantico desorientada y perpleja a la muchacha. Bueno que la primera vez le hubiese contrariado la negativa; pero luego, cuando ella alegaba que, no por los demás, por ellos mismos, debían evitar todo lo que, si llegaba a saberse, y en este mundo es raro lo que permanece ignorado, podía dar lugar a murmuraciones, causar sombras sobre su honor, tanto más preciado, cuanto que Luciano le jurase hacerlo suyo haciéndola su esposa.
En espera de ese dichoso momento, ambos debían cuidar de que ni el menor atisbo de duda cayera sobre él.
Continuaba el escultor en su, al parecer, interminable tarea. Pilar no pudo callar por más tiempo.
—Parece que estás modelando tu obra escultórica definitiva.
Luciano llevó el pitillo a la boca para humedecer la goma; se encogió de hombros y empezó su segunda y más grande ocupación: hacer una bolita con el papel sustituido en el cigarrillo, que puso entre los labios.
Un silencio sepulcral volvió a reinar en el comedor. Aquella segunda obra emprendida requería, a juicio del escultor, tanta o mayor atención que la primera. "



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