El tiempo de las cabras (fragmento) "Tales caracteres, grabados en el cúmulo de piedras, iban borrándose con el paso del tiempo, liberando la historia, dando testimonio de la fugacidad de las cosas. En el regazo de estos muros gigantescos descansaba el tiempo de civilizaciones desaparecidas. No existía fuerza en el mundo que pudiera borrarlos excepto, tal vez, los terremotos catastróficos que castigaban y volvían a castigar a la ciudad cada quinientos años. Era en esa fortaleza donde el tiempo balcánico se había detenido de forma más evidente que en ningún otro lugar. En cuanto a los mensajes dejados por los invasores en sus piedras, éstos eran los únicos testimonios en los que podía leerse el epitafio de su antigua y colosal fuerza. De este modo, tras la gran migración que nos hizo abandonar nuestra ciudad en la orilla occidental del lago para llegar y detenernos en la ribera de este río de curso rápido, nos instalamos en una aristocrática y destartalada vivienda otomana, lamida por las sombras de cuatro álamos majestuosos que se alineaban entre el Puente de Madera y el viejo Liceo Femenino; liceo que recibiría más tarde el nombre de Josip Broz Tito y que, tras sufrir graves daños durante el último temblor de tierra, sería demolido por entero (pese a que bien podrían haberlo salvado), para dejar espacio a una construcción de tres plantas, con aspecto de pagoda, donde se establecería el Comité Central del Partido Comunista hasta la caída de este último. Aunque sacudido y mutilado por el terremoto, que derribó los cuarteles de color teja donde había terminado por instalarse el Museo de la Revolución, únicamente el Castillo hacía frente al paso del tiempo. " epdlp.com |