Un hombre contra los microbios (fragmento)Maurice Renard
Un hombre contra los microbios (fragmento)

"Pons regresó en febrero a Saint Jean de Neves. América lo había dejado insatisfecho y no entendía por qué tanto alboroto en torno a figuras como Cristóbal Colón o Amerigo Vespucci.
Por otra parte, carecía de la suficiente calma para adentrarse libremente en el paisaje más mundano. Le daba la vuelta a muchas cosas en su cabeza. Fléchambeau, perdido en el infinito mundo de lo infinitamente minúsculo. Se sentía conscientemente culpable. Debería consultar el correo en el buzón de la oficina postal, puesto que habrían llegado entretanto varios envíos certificados a su nombre.
Podía escribir, por supuesto, pero había prometido no hacerlo y cualquier perjurio lo sufriría como una ominosa abominación.
Se sentía lleno de incertidumbres, como al llegar a la estación de Saint Jean de Neves.
Estaba nevando. Casi no había un alma fuera. El cielo estaba oscuro como un techo de hangar. Reinaba un silencio sobrecogedor. La nieve crujía bajo sus pasos y los copos giraban desde el cielo entonando una muda melodía.
El pensamiento abordaba el recuerdo de su casa, mientras daba pasos en la nevada carretera principal. Se burló de los cuervos hacinados en los desnudos árboles, negras alimañas en un lúgubre cielo, y también de los grajos que revoloteaban indignados por la iglesia.
Un abrigo de armiño quizás fuera suficiente para enfrentarse a aquel invierno blanco, pensó Pons frunciendo la frente.
Desconcertado, hizo una pausa mental, dejó que el vaho de su aliento se propagara y se preguntó por su significado...
Las persianas de la casa estaban abiertas. Corrió hacia delante y empujó la puerta con mano febril.
Diablos, se dijo, no hace frío.
La puerta emitió un quejido leve. Polvo, vacío, soledad...
El dormitorio estaba en la primera planta, pero en el cuarto de Fléchambeau había un ambiente terrible. "



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