La hermana de Freud (fragmento) "Tumbada en la oscura habitación, con los ojos cerrados, una anciana hurga en sus memorias más tempranas y encuentra allí tres recuerdos: cuando para ella muchas cosas de este mundo aún no tenían nombre, un chico le mostraba un objeto afilado, diciendo: «Cuchillo»; cuando todavía creía en los cuentos de hadas, una voz le susurraba la historia del ave que con el pico se abría el pecho y se arrancaba el corazón; cuando el tacto le decía más que las palabras, una mano se acercaba a su rostro, acariciándolo con una manzana. Aquel chico de sus recuerdos que la acaricia con una manzana, le susurra una historia y le enseña un cuchillo es su hermano Sigmund. La anciana que está recordando soy yo, Adolphine Freud. —Adolphine —resonó en la oscuridad de la habitación—. Duermes? —No, estoy despierta —contesté. A mi lado, en la cama, estaba mi hermana Pauline. —¿Qué hora es? —Sobre la medianoche, supongo. Mi hermana se despertaba todas las noches e invariablemente, con idénticas palabras, refería la misma historia: —Éste es el fin de Europa. —Muchas veces se ha visto llegar el fin de Europa. —Nos matarán como a perros. —Ya lo sé. —¿Y no te da miedo? Yo callaba. —Lo mismo pasó en Berlín en 1933 —prosiguió Pauline. Yo ya no trataba de interrumpir esa historia, a pesar de haberla oído tantas veces—: Cuando el Partido Nacionalsocialista y Adolf Hitler llegaron al poder, los jóvenes empezaron a desfilar al compás de las marchas militares. Igual que marchan ahora aquí. En los edificios aparecieron banderas con la esvástica. Igual que lucen ahora aquí. La radio y los altavoces, colocados en plazas y parques, emitían la voz del Führer. Igual que suena aquí en este momento. Prometía una Alemania nueva, una Alemania mejor, una Alemania limpia. Era 1938. Tres años antes, mis hermanas Pauline y Marie habían abandonado Berlín para volver a la casa que dejaron al casarse. Pauline estaba casi completamente ciega y alguien tenía que estar todo el tiempo cerca de ella, por eso dormía en la cama que antaño había sido de nuestros padres, mientras que Marie y yo nos turnábamos a su lado. Nos turnábamos porque Pauline despertaba cada noche, y bien Marie o yo—quien se quedara con ella en la habitación— se desvelaba entonces. " epdlp.com |