El mar (fragmento)Bernhard Kellermann
El mar (fragmento)

"Atesorábamos todo lo que el corazón puede desear. La esplendidez de las mujeres, algo que beber y tormentas a ochenta millas que eran barridas indefectiblemente. No necesitábamos absolutamente nada. Merci.
En nuestra isla, no había árboles ni arbustos. Las montañas se desmoronaban como un cruel desperdicio y a su alrededor los acantilados jadeaban. Un sonido atronador testimoniaba el decurso de los días y las noches. ¡Escuchad! Ése es el sonido del mar. El viento sopla y aúlla constantemente y cuando un hombre trataba de cruzarlo, su orgullosa insignia quedaba hecha jirones. A cualquier hora, al alba o en la tiniebla, las gaviotas se adueñaban de la isla y del mar. A veces la isla quedaba literalmente hundida bajo su espeluznante ruido. Nadaban en los acantilados y se estiraban inquietas las plumas. Tres, cinco, diez y toda vez que te acercabas, contabas cientos, miles. Te rodeaban como una nube estridente y sentías un temor místico, a causa de su ingente número. Con frecuencia oía sus gritos en mis sueños.
¡Estábamos en camino! Alzábamos la vela mayor con la pretensión de cazar. Nuestros corazones semejaban duros y acerados músculos.
Cuando mi mirada se posó por vez primera sobre Rosseherre, no pude pronunciar una sola palabra. Sólo sé que fue un día después de la primavera. Rosseherre era la única chica rubia de la isla y tal vez contribuyera a causarme tal impresión. Realmente no era rubia, sino de un color que así podría catalogarse. Casi todos teníamos el cabello negro y nos conocíamos de antemano. A veces llevábamos a cabo pequeñas expediciones. Yann, el pequeño capitán, Poupoul, mi perro y yo. En la isla había tres veces más mujeres que hombres, porque los hombres se habían alistado en las tripulaciones marítimas y sabía Dios dónde podían estar. La juventud, hermosa, no rehuía las antiguas tradiciones. Tostada por el sol, la lozanía de la primera sangre se reflejaba en sus mejillas y en el fuego ígneo de sus ojos. Los dientes, blancos y fuertes, y el pelo, color azabache. Los corazones, alegres y un tanto necios, porque carecían de tiempo y elección. "



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