Un país mundano (fragmento) "No la lisura, no los insensatos relojes de la plaza, el olor del estiércol en el parterre municipal, no los tejidos, la adusta burla del pájaro Piolín, no las tropas frescas que necesitaban refrescarse. Si pasó en tiempo real, estuvo bien, y también estuvo bien si fue en tiempo de novela. Desde palacios y tugurios el gran desfile inundó avenidas y pistas y los campos de nabos se convirtieron en otra autopista. Los caramelos de chocolate sobrantes fueron tirados a los pollos y los gansos, que graznaron como auténticos demonios. No hubo paz en el cuarto de baño, ni en el armario de la porcelana ni en los bancos, a donde nadie vino a ingresar nada. En resumen, aquella extensa tarde fue un infierno. Al atardecer ya estaba todo de nuevo en calma. Colgaba del cielo una luna creciente como un loro en su percha. Al irse algún invitado sonreía y exclamaba: "¡Nos vemos en la Iglesia!". Porque la noche, como de costumbre, sabía lo que se hacía, al brindar sueño para contrarrestar el gran despegamiento que el día de mañana sin duda traería de nuevo. Mientras miraba los mudos escombros, me tuvo perplejo una cosa: ¿qué había ocurrido? ¿Y por qué? Estábamos un día de rebeldía hasta el cuello cuando de pronto la paz había sometido a las filas del infierno. Pasa tan a menudo que el momento en que damos media vuelta no tarda en convertirse en el banco de arena donde nuestro penoso esquife encalla. Y así como están las olas ancladas al fondo del mar debemos alcanzar los bajíos antes de que un tajo nos deje Dios en libertad. " epdlp.com |