La cabeza del cordero (fragmento)Francisco Ayala
La cabeza del cordero (fragmento)

"Yo prestaba poco oído a sus palabras, distraído en la belleza del paisaje, que por momentos se envolvía en la púrpura de una soberbia puesta de sol. Contemplando desde aquella altura solitaria el encendido horizonte, se me ocurrió de pronto: "¿Y tu plegaria? ¿No rezáis, vosotros los mahometanos, al poniente?" Se lo dije medio divertido, medio malévolo, y me quedé a la espera. "Debería rezar, sí. Debería hacerlo", fue su respuesta. Estaba serio. Luego, paseó su vista, llena de melancolía, por el celaje rosa y dorado, y continuó su paseo por entre las sepulturas. Yo le seguí en silencio. Al cabo de un buen trecho se volvió a hablarme: "Ahí, en esta tumba —dijo, y su dedo señalaba al suelo— yace Torres el evadido, llamado también el del ángel. Mejor dicho: sólo su cuerpo está enterrado ahí, quiero decir: tronco, brazos y piernas; pues su cabeza fue expuesta en un garfio donde debía permanecer para escarmiento durante un mes".
"Es una tumba antigua ya", observé, interrogante.
"Mas de un siglo tiene; cerca de siglo y medio; es de la época del rey Abdelahmed. Él fue quien lo mandó degollar y, según parece, no tan sin motivo. Este mi antepasado debió ser un hombre por demás travieso. A propósito suyo corren, o corrieron, muchas anécdotas, alguna leyenda". Sonrió Yusuf. "Sin duda, le ocasionó al rey inquietudes y trastornos en relación con las mujeres de su casa. Era fama que le había favorecido Alá con dotes descomunales, tanto que de ahí le venía otro apodo, bastante indecente, por el que era conocido en todo Fez, y que llegó a atraerle la curiosidad hasta de la misma sultana. Ignoro si alcanzaría a satisfacerla; se cuentan salacidades; el hecho es que fue a parar a una mazmorra. Y aquí interviene la leyenda: dicen que, un buen día, cuando llevaba ya más de un año preso, vino un ángel a sacarlo del sueño y, con una señal de silencio le mandó seguirle por galerías y canceles, sin que nadie se opusiera a su paso. Por la mañana, los guardianes sólo hallaron en la mazmorra el cántaro de agua medio vacío: las cerraduras estaban intactas... Pero no faltan quienes, desmintiendo la leyenda digan que si pudo abrirlas, fue precisamente con la misma llave poderosa que le había servido para forzar el serrallo del rey". Yusuf hablaba ahora con animación, visiblemente divertido, y yo me complacía en observarlo. De pronto, cambió su fisonomía, y agregó, ahora ya en otro tono de voz: "Mi madre, por supuesto, sostiene que todo eso son patrañas, y que el evadido sufrió su cruel castigo como promotor de una conspiración contra el usurpador Abdelahmed y a favor de su sobrino, el expoliado rey Abdalá, conspiración en la que también tomaron parte algunos cautivos cristianos". Esto fue, poco más o menos, lo que el joven me contó; o más bien, la traducción que hace mi memoria de lo que me dijo. Sus palabras mismas, no podría recordarlas: animado y alegre, me había hablado ahora y sin ningún estudio, y esa confianza hizo pintoresca en extremo su habla. "



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