Un caballero ruso (fragmento)Sergéi Aksakov
Un caballero ruso (fragmento)

"En el tiempo en que mi abuelo vivía en el gobierno de Simbirsk, ancestral tierra otorgada a sus antepasados por los zares de Moscovia, se sentía confinado y recluido, a pesar de disponer de suficientes tierras de cultivo y pastos, de madera y de otros artículos necesarios en abundancia; pero la finca que había pertenecido a su bisabuelo había dejado de ser de su absoluta propiedad. Sucedió de forma muy simple: durante tres generaciones sucesivas, la familia consistía de un hijo y varias hijas y, cuando alguna de estas hijas contraía nupcias, se le concedía como dote cierto número de siervos y una cierta cantidad de tierra. A pesar de que las acciones de la misma no eran muy considerables, ya que no había sido suficientemente trabajada, algunos intrusos afirmaron su derecho a participar en la gestión de la misma. Para mi abuelo, la vida bajo estas condiciones era insoportable: su temperamento apasionado era remiso a la paciencia, así que su comportamiento suscitó el odio de sus amigos. Desde hacía ya algún tiempo, había escuchado rumores acerca de frecuentes informes del distrito de Ufa, cómo allí se sucedía una vasta e ilimitada extensión de terreno para el arado, con indescriptible profusión de caza y pesca, amén de lo sencillo que resultaba adquirir zonas enteras por una muy insignificante suma de dinero. Si las historias eran ciertas, sólo tenía que invitar a una docena de jefes nativos bashkir y agasajarlos hospitalariamente con dos o tres ovejas gordas y aguamiel fermentada, además de un barril de cerveza casera, ya que en esos tiempos los bashkirios no eran estrictos mahometanos. Un espectáculo semejante podría prolongarse una o dos semanas: era imposible hacer negocios a prisa con ellos y cada día debía formular la misma pregunta, ¿amigo, es hora ya de hablar de mi negocio? Los invitados habían estado comiendo y bebiendo, sin exagerar, todo el día y toda la noche, pero si no estaban completamente satisfechos, si no hubieran entonado a entera satisfacción su monótono canto y ejecutado sus singulares danzas, chasqueando la lengua y moviendo la cabeza, no responderían dignamente a su interlocutor ni le mirarían a la cara: No ha llegado el momento. Tráenos otra oveja. El cúmulo de ovejas era dispuesto como una mera cuestión de rutina, así como los suministros de cerveza y bebidas espirituosas, y los ebrios bashkirios comenzaron de nuevo a cantar y bailar, quedándose dormidos. Pero todo toca a su fin, y un día el jefe miró a su anfitrión a la cara y le dijo: Hemos contraído una obligación contigo, batyushka, y siempre te estaremos agradecidos. Y ahora, di, ¿qué es lo que deseas? Mi abuelo se postró con la astucia de un nativo ruso. Le aseguró al bashkirio que no deseaba nada, pero que después de haber escuchado que los bashkirios eran gentes sumamente amables, expuso que había llegado a Ufa con la intención de conciliar una verdadera amistad con ellos. La conversación de alguna manera derivó a la vasta extensión de tierra que conformaba el territorio bashkirio. "


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