Otoño en Brisgovia "A tres pasos de mi casa paterna salté sobre mi sombra. Pendían allí los tejados cumbrera abajo en el azul los tilos arraigaban en el lecho de nubes los muertos levantaban vuelo desde la viña extrañas aves. Vestido con la lana gris de la clemátide desciende el otoño de la altura. Está sentado al lado de los niños junto al fuego en el prado. Ellos asan las ranas ellos quebrantan los muslos ellos sacan cuando anochece de la negra silvestre hojarasca de la papa chispas como estrellas. El vórtice de las golondrinas es más fuerte que todo lo otro del prado centelleante alza extendiendo el atemporal y las nieblas que vienen y huyen. Porque los estorninos gritaron tan alto en el cielo abandonan las abejas la hiedra y las vacas la huerta de manzanas las hojas del tilo se dejan caer y las hojas de las rosas. Un tren saliendo de la aldea los gigantescos girasoles por delante las negras silvestres medusas. Hacia el peñasco en el bosque asciende la niebla. Entierra en la ladera las hayas y la vid. Donde por lo común se entrelazan las raíces hirsutas penden jarcias grises de las arandelas de hierro. Valvas petrificadas se tiñen de tonos opalinos por sobre el mar llegan los veleros perdidos y niños van a dormir en la gruta. Tenues esqueletos se tienden a descansar. En la hondonada avanza la pequeña procesión Jesús tallado en madera sobre el asno tallado en madera. Jesús con mejillas rosadas las rueditas chirrían y cantan una corona para mí una corona para ti del rojo agracejo. En el surtidor cae la noche como una piedra del cielo. Golpea al angelote en el ancho rostro, le desprende hacia abajo los rizos. Sobre la rosa la vacilante sonrisa flotan los peces muertos. En el este verde está parado el príncipe del mundo la flor en la mano. En el oeste rojo asciende con manos de lirio la carne hacia el cielo. Mi lecho la madera leve flota en la corriente cubierta de arena. Los relojes repican. No hay lapso válido. " epdlp.com |