El hundimiento: Hamburgo 1943 (fragmento)Hans Erich Nossack
El hundimiento: Hamburgo 1943 (fragmento)

"Viví la destrucción de Hamburgo como un mero espectador. El destino me reservó la suerte de no desempeñar ningún rol en ella. Ignoro la razón. Ni siquiera puedo determinar si supuso un privilegio. He hablado con cientos de personas que estuvieron allí, hombres y mujeres; lo que ellos tienen que decir, si hablan sobre ello es tan terriblemente inimaginable que es muy difícil entender cómo pudieron sobrevivir. Hubieron de actuar de acuerdo a sus propias circunstancias y lo que son capaces de expresar resulta desgarrador, aunque sólo sea una minúscula parte de lo acaecido. Después de todo, la mayoría de ellos se vieron obligados a huir de sus ardientes casas e ignoraban que toda la ciudad era presa del fuego. Creyeron que sólo era su calle, a lo sumo su distrito, y que eso los salvaría.
Para mí la ciudad era una ruina total y el único peligro para mí consistió en verme obligado a ver y conocer su cruel destino.
Sentí que había recibido un mandato para rendir cuentas. Nadie me pregunta por qué presumo al hablar de un mandato. No puedo responder a eso. Siento que mis labios permanecerían para siempre sellados si no fuera lo suficientemente cuidadoso. También, siento la imperiosa necesidad de alejarme de todo esto, aunque sólo hayan pasado tres meses. Nunca seré capaz de comprender una realidad así o de preservar en mi memoria lo que allí acaeció. Me temo que, si no doy testimonio ahora, se marchitará como un sueño horrible.
El 21 de julio de 1943, un miércoles, tomé el autobús hacia Horst, cerca de Maschen, por la mañana temprano, un pueblo en un páramo con colonias de fin de semana, a unos quince Kilómetros de las afueras de Hamburgo. Misi había ido allí un día antes y me había llamado al anochecer para contarme que afortunadamente había podido alquilar una cabaña por catorce días. Después de muchas semanas de intentos e inútiles súplicas. Ahora ella me había ofrecido un cuarto de libra de café al regresar al lugar. Era la primera vez en cinco años que dejaba Hamburgo por vacaciones. No tengo explicación para el hecho de que no volviera a negarme esta vez también; todo iba en contra de las vacaciones -si no otro motivo, mi mórbida obstinación a dejar la ciudad y mi habitación y dilapidar mi precioso tiempo, antes de hallar algo más tangible.
Misi me recogió en la parada de autobús. Llevaba un vestido de lino rojo y un pañuelo blanco anudado en la cabeza. Estaba contenta y sorprendida de que hubiera venido. De camino a la cabaña intentó rápidamente describirme todo para que no me sintiera defraudado. Tuvimos que caminar aún diez minutos más. Al haber decidido traer nuestra propia comida, la bolsa pesaba demasiado y me quejaba más de lo necesario. A menudo hemos pensado en ello. Si hubiéramos podido saber lo que iba a ocurrir sólo cuatro días después, habría llevado alegremente el triple de peso sin lamento alguno. Caminábamos a través de un hermoso y amplio camino que surcaba el páramo, lleno de huellas de arena, muchas veces al día y a lo largo de dos meses iban y venían vehículos pesados. Una vez incluso siete quintales de ladrillos en un pequeño carretón. "



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