Modernismo: supuestos históricos y culturales (fragmento)Rafael Gutiérrez Girardot
Modernismo: supuestos históricos y culturales (fragmento)

"En la escena sexta de Luces de bohemia (1924) de Valle-Inclán, el poeta ciego Max Estrella, quien ha sido lanzado al calabozo, conversa con su compañero de castigo, un obrero catalán. Éste le dice: "Usted no es proletario". "Yo soy el dolor de un mal sueño", responde Max. El preso replica: "Parece usted un hombre de luces. Su hablar es como de otros tiempos". "Yo soy un poeta ciego", aclara Max. Y el preso exclama: "¡No es pequeña desgracia!... En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto despreciados. Aquí todo lo manda el dinero". Hasta llegar a convertirse en un lugar común de la crítica a la sociedad "materialista" del siglo pasado y del presente, la observación que hace el preso sobre el desprecio del trabajo y de la inteligencia en España había tenido en Europa una larga prehistoria, al menos por lo que se refiere a la "inteligencia", al "poeta ciego", esto es, al poeta o al artista, como se lo llamó más genéricamente. Su difícil relación con la sociedad la había presentido Goethe en su Wilhelm Meister (1796), la había descrito Hölderlin en toda su agudeza en su elegía Pan y vino (de 1800 a 1801), y determinó la autocomprensión del poeta frente a la sociedad durante todo el siglo XIX, tanto en un Keats (Sylvan historian) como en un Heine (Los dioses en el exilio), tanto en un Verlaine y un Rimbaud, como en un Yeats, un Rubén Darío y un Rilke, entre muchos otros. Se trata de la relación que hace decir a Hölderlin en la citada elegía: "¡Pero, amigo, llegamos demasiado tarde!" y que lo lleva a preguntar resignadamente: "¿... y para qué el poeta en tiempos de miseria?" y provoca este consuelo de recatado orgullo: "Pero ellos son, dices, como los santos sacerdotes del dios del vino/ que van de país a país en noche sagrada".
El interlocutor lejano a quien se dirige Hölderlin en la elegía es Wilhelm Heinse (1749-1803), amigo suyo y autor perteneciente al Sturm und Drang y quien en su novela Ardinghello y las islas bienaventuradas (1787) había ejemplificado el tipo del artista genial que rompe con los convencionalismos sociales como reacción contra sus presiones. Muchos decenios más tarde, este artista antisocial, prototipo de lo que Brecht llamó, refiriéndose a Heine, "inmoralismo esteticista", celebraría su renacimiento en el Des Esseintes de a rebours (1884) de Joris Karl Huysmans (1848-1907), en el José Fernández de De sobremesa (aprox. 1896) de José Asunción Silva, y con castellana mesura en el Antonio Azorín de La voluntad (1902) de Azorín, por sólo citar algunos ejemplos. Lo que, por encima de sus diferencias específicas de tradición literaria y cultural, tienen de común todos estos escritores -desde Heinse hasta Valle-Inclán- es su actitud frente a la sociedad: reaccionan contra ella, contra sus presiones, contra su moral, contra sus valores antipoéticos, y lo hacen de manera obstinada, es decir, subrayando enérgicamente el valor de lo que esta sociedad ha rebajado de diversas maneras: el arte, el artista. "



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