La evolución de la libertad (fragmento)Daniel Dennett
La evolución de la libertad (fragmento)

"Tradicionalmente, los sabios, en sus torres de marfil, no se han preocupado demasiado de la responsabilidad que les pueda corresponder por el impacto ambiental de su obra. Las leyes contra la difamación y la calumnia, por ejemplo, no eximen a nadie, pero fuera de estos casos la mayoría de nosotros -incluidos los científicos de la mayoría de los campos- no acostumbramos a hacer declaraciones que puedan causar daño a otros, aunque sea indirectamente. Este hecho se manifiesta claramente en lo ridícula que nos parece la idea de un seguro profesional para críticos literarios, filósofos, matemáticos, historiadores y cosmólogos. ¿Qué podría hacer un matemático o un crítico literario, en el cumplimiento de sus deberes profesionales, para que pudiera necesitar la red de protección de un seguro profesional? Podría ponerle accidentalmente la zancadilla a un alumno en el corredor o se le podría caer un libro sobre la cabeza de alguien, pero aparte de estos daños colaterales más bien rebuscados, nuestras actividades son el paradigma de la inocuidad. O eso es lo que uno pensaría. Pero en aquellos campos en los que hay más en juego —y de forma más directa— existe una larga tradición que propugna la observación de una prudencia y un cuidado especiales para asegurar que no se produzca ningún daño (tal como profesa explícitamente el Juramento Hipocrático). Los ingenieros, conscientes de que la seguridad de miles de personas depende del puente que ellos diseñan, realizan pruebas especiales en condiciones predeterminadas dirigidas a garantizar la seguridad de sus diseños, de acuerdo con todos los conocimientos actuales. Cuando los académicos aspiramos a tener mayor impacto en el mundo «real» (y no sólo en el «académico»), debemos adoptar los mismos hábitos y actitudes que rigen en las disciplinas de orientación más práctica. Debemos asumir la responsabilidad de lo que decimos y reconocer que nuestras palabras, en caso de que alguien las crea, pueden tener profundos efectos, para bien o para mal.
No sólo eso. Debemos reconocer que nuestras palabras pueden ser malinterpretadas y que somos hasta cierto punto tan responsables de los malentendidos probables de lo que decimos como de los efectos «propios» de nuestras palabras. Se trata de un principio familiar: el ingeniero que diseña un producto potencialmente peligroso, en caso de uso indebido, es tan responsable de los efectos del uso indebido como de los efectos del uso debido, y debe hacer todo cuanto sea necesario para evitar usos peligrosos del producto por parte de personas inexpertas. Nuestra primera responsabilidad es decir la verdad hasta donde seamos capaces de hacerlo, pero no hay bastante con eso. La verdad puede ser dolorosa, sobre todo si la gente no la interpreta bien, y cualquier académico que piense que la verdad es una defensa suficiente para cualquier aserción seguramente no ha reflexionado lo suficiente sobre algunos de sus posibles efectos. "



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