Mi isla (fragmento)Brendan Behan
Mi isla (fragmento)

"Todavía estaba con vida cuando llegué a la Pigeon House, pero ella no andaba lejos porque no pasó aquella noche.
Tenía la cara hundida, y su pelo antes castaño y rizado estaba apelmazado por el sudor, Dios sabe ya de qué color.
Ah, deberíais compadeceros de él, el último vestigio de lo que fue una vez el más alegre ex Fusilero de Dublín: ¡sal afuera si te atreves (arriba los Duros, abajo los turcos y al infierno con Galípoli)!
Su esposa Ria era la mujer más buena de Irlanda, y -según oí decir a mi madre-, la más guapa en su tiempo.
Él murió aquella noche y la monja y Ria y Máire celebraron que ningún pecado mortal retuviera su alma en tormento más allá de unos años de armoniosa tortura en el Purgatorio.
El sacerdote también quedó encantado, pues tal como dijo:
-Lo que importa no es el morir, sino cómo se muere.
En cuanto a la mujer, nadie fue a preguntarle qué pensaba del asunto, pero el sacerdote dio órdenes estrictas de que no la dejaran acercarse durante el funeral.
El funeral tuvo lugar al día siguiente. El día anterior lo pasó en la capilla mortuoria. En el sanatorio Pigeon House tienen capilla mortuoria. En el sanatorio Pigeon House tienen una capilla mortuoria cómoda y aseada y de lo más agradable, estoy seguro, para los nuevos pacientes que entran en ella, muy cercana además a la puerta de entrada.
Antes había una inscripción en el porche que decía: "Quienes entren aquí dejen atrás toda esperanza". Pero algún bromista escribió: "De Killarney al cielo sólo hay un paso: vengan a tomar el ascensor... ¿Una bombona de oxígeno, colega?".
Rezamos algunas oraciones aquella noche, pero ella no apareció y me supo mal, porque a decir verdad tenía curiosidad por verla.
Al día siguiente en el funeral, nuestros coches (Ria lo organizó todo con mucha clase, por más que pudiera conservar alguna rencilla en su corazón) se deslizaron suavemente sobre la húmeda calle Pigeon House, cruzando el Ringsend y hacia la calle Pearse, y ella seguía sin dar señales. Subimos por Northside y fuimos hasta Glasnevin, siempre sin rastro de ella.
Ria hizo que el coche fúnebre diera la vuelta al edificio donde todos vivimos años atrás (felices, pletóricos de salud, aunque a veces algo enfrentados: mejor peleados que solos).
Pensé que tal vez ella montaría su emboscada aquí, pero no. "



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