Con los payasos llegaron las lágrimas (fragmento)Johannes M. Simmel
Con los payasos llegaron las lágrimas (fragmento)

"Norma no aguantó más rato sentada en la butaca verde, empezó a andar de nuevo por el piso, encendió un cigarrillo, lo apagó casi en seguida y percibió la sirena de un carguero que descendía por el Elba, en dirección al mar, al mismo tiempo que pensaba: «Que yo sepa, hasta ahora han perdido la vida diecisiete reporteros, y de una escasa docena que fueron secuestrados, no se ha vuelto a tener noticia.
Y Jerry Levin, de la «NBC», permaneció diez meses atado a un radiador.»
«Puede ser que lo más grande surgido en este mundo sean las religiones –siguió pensando–. Las religiones en su origen. Pero inmediatamente cayeron en manos de ideólogos. Y ésos son lo peor que existe. Los ideólogos convierten en horrible lo mejor y más hermoso. Todo cuanto quieren, es alcanzar el poder sobre los hombres. El poder y los beneficios que de él se derivan, naturalmente. Los ideólogos del Cristianismo enseñaron a los pobres desgraciados a odiar, despreciar y asesinar al profeta Mahoma y a todos los que creían en él. Los ideólogos del Islam, por su parte, enseñaron a otros pobres desgraciados a odiar, despreciar y asesinar al dios de los cristianos y a todos los que creían en él. Fueron los ideólogos quienes enseñaron a cristianos y musulmanes las torturas, la destrucción, todo aquello que hace sufrir, y el modo de asesinar. En el nombre de Dios. Otros ideólogos transformaron pensamientos otrora grandes en empresas criminales. Los políticos y las industrias del armamento se lo agradecen. Los ideólogos tienen sobre su conciencia miles de millones de muertes... En cualquier caso, Pierre consiguió morir antes que yo. Rezaba cada noche por ello, ¿no? O sea que uno parece poder fiarse de uno de esos dioses de los ideólogos. Pero no –se dijo–. No es posible. Mi hijito no pedía morir. Sin embargo, también tuvo que perder la vida. ¿Qué han hecho los ideólogos de Dios, sea cual fuere, de toda idea grande, si esos dioses y esas ideas que inculcan o imponen a los hombres..., si esas ideas y esos dioses permiten tantos horrores y tan bestial manera de matar, no sólo en Beirut, sino en el mundo entero..., si permiten el odio y la muerte, los padecimientos y la miseria, las epidemias y el hambre y la mortandad infantil, y que Jerry Levin pasara diez meses atado a un radiador...? ¡Al diablo con lo que aún hoy es presentado a los hombres como idea, no importa cuál, o como dios, no importa cuál! ¡Al diablo con las ideas y con Dios, si pudiese creer en el demonio! El ser humano tiene poca suerte –pensó–, y si encima amas, estás condenado y perdido y no tardarás en verte solo. ¡Espera! Pronto te hallarás solo y habrá terminado todo. Pero no... –reflexionó–. Nada ha terminado. Para los muertos, sí. No para los que tienen que seguir viviendo. Los muertos están bien. O quizá tampoco. Quizá lo pasen todavía peor... ¡Qué pequeño era el ataúd! Y nunca..., nunca más... ¡Nunca más...!» Mientras pensaba esto, sonó el timbre. "



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