La media distancia (fragmento) "A finales de enero ya podía moverme por la casa. Habían pasado casi dos meses y mi cuerpo parecía una calcomanía del que era. Lo peor estaba en aquella especie de temblor interno que no se apaciguaba con nada. Era como una prevención de algo que luego no sucedía. Podía ser sólo la incredulidad de verme de pie, cuando había tenido la certidumbre, en aquellas fiebres bárbaras, de que no me volvería a levantar. El caso es que mi cuerpo se tragaba el miedo de que pasara algo malo, por ejemplo una recaída, y temblaba por dentro sin misericordia. Me sentía espantosamente cansado. Recorría el pasillo, desde la cocina a la sala, y allí caía derrengado, mirando los barnizados paisajes de los cuadros que daban vueltas de torbellino en mi cabeza. A mi habitación sólo entraba para dormir la siesta o para dormir del todo. Si me hubieran dejado dormir en el tresillo de skay granate de la sala, quizá lo habría hecho. Acabé tomándole repugnancia a las cosas de mi cuarto. Sobre todo a los libros que me fue prestando Rosa y que se amontonaron en mi mesilla, sin que consiguiera abrir ninguno. Acaso fueron los culpables absolutos de que mi cuarto me resultara incómodo. No quedaba nada de aquellas imaginaciones de enfermo crónico que se rehabilita por el intelecto. Nada de aquella fantástica pretensión de aprender los detalles que aparecen en el itinerario de la vida cotidiana. " epdlp.com |