Por un duro "Por un duro tenías una noche al resguardo. (Un duro era una moneda de cinco pesetas con el perfil de Franco, la narizota respingona como si él solo hubiera recibido el aliento de Dios. En el 65 sólo él recibía el aliento de Dios). Por un duro podías tumbarte en el vestíbulo del Hotel Splendide con tu traje de los domingos, dormir bajo las luces, y levantarte a tiempo para bendecir la llegada del Hijo. Por un duro lo podías tener todo, coches, mujeres, una comida de siete platos y vistas al mar, con las camareras inclinándose al preguntar con reverencia: “¿Más mantequilla?”. Por un duro compré un paquete de Antillanas y le di uno al único viajero de la terminal desierta, un soldado de uniforme. Cuando se agachó para encenderlo, vi el cogote pálido, desarreglado. Aún debe estar allí, esperando. El hotel ya no está, el edificio sí, un hospital veterinario y un comedor de animales dirigido por el señor Esteban Ganz, vestido para trabajar esta mañana con bata blanca, corbata negra y bambas sucias. Modestamente me muestra tres cachorros de lobo, pintos, salvados de la muerte, los feroces gatos silvestres, recorriendo impacientes la gran jaula como tigres, el tucán debilitado por un virus desconocido, pero ahora ya recuperado y acicalándose. Colores bulliciosos: rojos, verdes y dorados resplandecientes, idóneos para anuncios que proclaman la paz inter- galáctica cuando llegue el momento. " epdlp.com |